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Peornismo para todos y todas

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Especialmente durante el kirchnerismo, Horacio Verbitsky recurría a habituales juegos de palabras para (des) calificar a alguien o a algo. Así acuñó “peornismo” para hablar del peronismo anti K. Con las derrotas acumuladas ante Macri (2015 y 2017) parecía que ese peornismo vebitskyano se animaba a dejar atrás el capítulo Cristina –y la centralidad de su figura– para intentar una renovación de nombres, ideas y modos.
En los últimos días, sin embargo, muchos peronistas dieron señales de no haber aprendido la lección de las urnas, acaso esperanzados de que nadie les pida ya tanto en medio de la crisis económica que nos aqueja.
De otra manera no podría contextualizarse la decisión de la mayoría peronista en el Senado de boicotear la sesión para tratar la autorización para que Cristina sea allanada. O la defensa que de la ex presidenta hicieron las retornadas autoridades formales del PJ. No se incluye en la lista la autodefensa de ella por las redes sociales, al tratarse de una obviedad.
Ya no se trata aquí de los cuadernos de un chofer, sino de confesiones de ex funcionarios y de empresarios que participaron activamente de un circuito de coimas nunca tan detallado en la historia argentina.
Que hombres y mujeres del justicialismo mantengan la defensa de CFK no expresa solo algún tipo de solidaridad política, como la quieren presentar. También se puede parecer, demasiado, a ciertos códigos mafiosos de autoprotección.
No ayudaría a espantar esa lógica que dos incondicionales de Ricardo Echegaray, clave para el andamiaje del dinero K desde la AFIP, trabajen para dos referentes peronistas en el Senado, vinculados a proyectos presidenciales del nuevo peornismo.