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Periodismo y democracia

11-10-2020-Perfil logo
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En su notable opúsculo Cómo orientarse en el pensamiento, Kant afirma que la libertad de hablar y escribir es una condición de la libertad de pensar. Ahora bien, lo más privado que podamos concebir es la libertad de pensar, aquello que una Constitución liberal se preocupa en proteger ante todo, aquello que igualmente ningún poder está en posición de extirpar, al menos sin que el efecto de tal operación pierda significado para aquél al que se priva de esa privacidad, con lo que la distinción misma entre lo público y lo privado desaparecería. 

Por otra parte, la libertad de hablar y escribir es por sí misma una libertad pública, se dé o no a publicidad esa voz. Pero más acá de esta publicidad de origen o destino, la libertad pública debe ser de hecho ejercida para que la libertad privada de derecho no sucumba al delirio. Kant narra las vicisitudes de este cruce de libertades en términos que a continuación resumo: la coacción civil ahoga la libertad de pensar cuando elimina la libertad de comunicación, porque esa libertad de derecho del pensamiento, exigencia de la razón que se sujeta a su propia ley, no podría encontrar el hecho de su ejercicio sin la práctica del lenguaje en comunidad. Pero además de la coacción, la libertad de pensar cesa toda vez que la libre disponibilidad de la razón se aliena en la superstición, el delirio o el descreimiento. Solo cuando la libertad en común tiene lugar, las variadas formas de la servidumbre pueden ser levantadas frente al dominio, frente a la coacción civil. 

Con Kant podemos afirmar que la contingencia de la conversación es condición necesaria para la constitución misma del derecho de una razón comunicativa, pero, a la vez y paradójicamente, la sujeción de la razón al libre movimiento de su realización en la conversación pública, es el único antídoto a su extravío en la superstición, el descreimiento o el delirio. (El delirio no es sino la invasión del espacio público de la palabra por parte de la libertad irrestricta del pensamiento, la que solo puede admitirse en el fuero de lo privado).

Esta alianza entre la exigencia de la libertad de pensar y el ejercicio de la misma en el decir, constituyente de la comunidad humana, halla en el periodismo terreno propicio y nutricio para su siembra y su cosecha. En el periodismo cuando se lo asume honrando la ética profesional, como cabalmente lo hace editorial Perfil desde su fundación hasta el día de la fecha. 

 A veces los nombres son algo más que meras indicaciones: tienen un significado. ¿Qué significa entonces que una empresa periodística se llame Perfil? ¿Qué orientación se nos indica con ello? Varias cosas, desde luego, de las que destaco algunas cuya celebración comparto, desplegadas a través del hilo de la analogía subyacente. La primera es que un perfil es una parte del todo de un rostro, nunca su totalidad. Una parte necesaria, además, pues sin uno de sus perfiles el rostro cesa o deviene monstruoso. Agregamos enseguida que hay una leve, imperceptible asimetría entre los perfiles de una cara, y que cuando la emoción hace presa de la expresión entera sin mediación alguna, esa asimetría se acentúa, se manifiesta y provoca la desarmonía de la composición.  Creemos controlar las expresiones de nuestra cara, pero en verdad éstas resultan de una dinámica en la que los perfiles son imprescindibles, y que se conjugan más acá de nuestro control imaginario. En este punto me permito una nueva analogía, algo más vertiginosa. Con la democracia pasa algo parecido a lo que nos enseña esta relación entre la vida en los perfiles y la facha propiamente dicha, a menudo devenida fachada, en mueca. Porque la democracia como sustancia de lo político es como los perfiles que en sus finas asimetrías, al fin complementarias, hacen a la organicidad de su resultado como sistema de gobierno. El auténtico periodismo en sus múltiples registros de información, opinión fundada y aun doctrina partidaria, puede ser una herramienta poderosa de la democracia, precisamente cuando se plantea como un perfil entre perfiles, pero lamentablemente a veces, se vuelve una mera fachada para su deformidad. 

Venimos de celebrar una vez más el ejercicio de nuestra libertad en el voto; pero no alcanza. Es necesario que el ejercicio de esa libertad de opción partidaria se nutra de la complejidad de lo real, comunicada en la práctica ética de un periodismo que contribuya a la libertad de decir, para cumplir plenamente la exigencia de la libertad de pensar.  

*Ex senador, filósofo.