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Periodistas en campaña

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Desde hoy, cualquier interpretación, disquisición, comentario, análisis vinculado con el proceso electoral ha quedado sujeta a lo ocurrido hasta ayer, cuando todos los partidos y alianzas debieron cumplir con la norma de entregar sus listas oficiales de candidatos. Así, aquella frase de Julio César al cruzar el Rubicón (“la suerte está echada”) se presenta como símbolo de este punto de partida inconmovible: lo  que fue formalizado ante la Justicia Electoral es la base de lo que viene. Es decir: las campañas precomiciales en varias etapas (PASO, primera vuelta, ballottage si cupiera). Y esto, multiplicado por la mayoría de los distritos y por la casi totalidad de los municipios.       

Dicho esto a manera de introducción, quiero aquí formular algunas cuestiones que hacen al buen ejercicio del periodismo en esta etapa inusualmente árida, compleja y enrevesada que se pone en marcha (aunque ya hemos tenido, desde hace meses, algunas muestras de cierta tendencia a la ferocidad, la manipulación y la relativización de ideas y propuestas en función de especulaciones políticas). Hasta ayer mismo, los vaivenes de candidaturas, pases, traiciones, desprecios, reencuentros, tendieron a contaminar el panorama.

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Los periodistas no quedamos fuera de esa realidad, que asemeja el proceso argentino a otros observados en países con serios problemas de igualdad y respeto por la soberana decisión de sus habitantes, aunque rijan aquí en plenitud los derechos constitucionales de los ciudadanos, haya –hasta cierto punto– un libre juego de organizaciones políticas de diverso cuño y exista una libertad de prensa superior a la de aquellos ejemplos.

Un interesante trabajo realizado por tres organizaciones dedicadas a la transparencia periodística (International Media Support Group de Dinamarca; Réseau Liberté y Media y Democracy, ambas canadienses) con el auspicio de la Unesco (organismo de las Naciones Unidas para la educación y la cultura), ofrece elementos que quiero citar para que los lectores de PERFIL tengan más recursos a la hora de separar la paja del trigo ante notas de campaña.

En buena medida, los periodistas de este diario siguen los lineamientos éticos expuestos en ese documento, pero no está de más enfatizar algunos aspectos porque se vienen tiempos de turbulencias y ciertas mañas informativas en las que se especializan los equipos que asesoran a candidatos en imagen y manejo de audiencias.

La primera cuestión está vinculada con la ecuanimidad con la cual quienes ejercemos este oficio debemos abordar toda cobertura, sea cual fuere el candidato o el acontecimiento partidario. Los periodistas y sus medios –indica el trabajo citado– “difunden reportajes ecuánimes sobre las campañas de todos los partidos políticos, de modo que las personas pueden determinar si existen diferencias entre ellos y adoptar sus propias decisiones”. Esto, que parece una verdad de Perogrullo, no siempre es correctamente ejercido: se les imponen a las coberturas sesgos más vinculados con los intereses personales de periodistas y medios que a los intereses naturales de sus audiencias (hablo de lectores, escuchas, televidentes, consumidores de noticias vía internet). Es una trampa en la que no se debe caer.

Todo profesional de este oficio, todo medio, tienen el derecho de opinar en favor o en contra de una u otra propuesta política. En tal caso, es preciso que revelen tal simpatía o antipatía para no afectar el juicio equilibrado de sus lectores. A la hora de informar, en el momento de preguntar, lo peor que se le puede hacer al destinatario del trabajo periodístico es recortar datos, subordinarlos a posturas determinadas o someterse al juego de agentes de prensa o a la seducción de los actores políticos.

“La función de los medios informativos –sintetiza el material difundido por la Unesco (portal.unesco.org)– es dar cuenta de las diferencias entre los partidos sobre los mismos asuntos y aportar a los electores información suficiente para que comparen las posiciones”. Esto no siempre se cumple en plenitud, y menos aún cuando se trata de candidatos con menores posibilidades de éxito. Es natural que los medios adjudiquen mayores espacios a quienes tienen correspondientes caudales de votantes posibles, pero hay una tendencia a invisibilizar propuestas menores o restarles calidad –por vía de la ignorancia o la descalificación–, lo que perjudica la libre y consciente decisión de los electores.

Finalmente: los periodistas  de medios generalistas e independientes –como se define PERFIL– deben abstenerse de mantener relaciones de excesivo acercamiento o cordialidad con los aparatos de prensa partidarios, con lobbistas y promotores, aún a riesgo de perder una primicia. Esta podrá tener valor hoy, pero contaminará la labor futura del profesional y del medio.