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Peronismo invertido

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Entre las más raras aseveraciones escuchadas en los últimos tiempos se cuentan las del Sr. Barba, quien dictaminó que la Sra. Fernández es la política más brillante de toda la historia argentina.

Es, sin duda, la más carismática y ha demostrado una capacidad ciclópea para sobrevivir a la adversidad. Pero si se la mide según el rasero peronista, la cosa cambia bastante. Como se sabe, la octava de las “Veinte verdades” reza: “En la acción política, la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el Movimiento y luego los hombres”. Las mujeres quedaban circunscriptas primero al Partido Peronista Femenino fundado por Eva Duarte y después a la Rama Femenina (oprobiosa concesión de una cuota del 33% de acceso a cargos públicos para las mujeres).

La Sra. Fernández invirtió todas las reglas y valores. Puso, en primer término, a su propia persona, en segundo término al Movimiento (transformado ahora en un frente variopinto) y, por último, a la Patria.

La “jugada maestra” de la Sra. Fernández, proponiéndose como vicepresidenta de una fórmula lo fue solo porque le permitió garantizar para ella y su familia una cierta tranquilidad jurídica. No está claro que el movimiento peronista, en primer término, o la Patria, en última instancia, hayan ganado nada con esa movida de una astucia impar. Sobre todo porque fue contestada por otra jugada memorable, el presente griego macrista: “¿Quieren gobernar? Háganlo sin plata”.

Ninguna de las dos jugadas engrandece la política, solo la historia particular de la mezquindad.