El señor Mario Vargas Llosa se ha precipitado por el abismo del siguiente razonamiento: primero, debo votar en las elecciones peruanas del próximo 5 de junio; segundo, no debo viciar el voto ni votar en blanco, tengo que elegir a un candidato; tercero, dado que ningún candidato me parece del todo confiable ni despierta mi entusiasmo, debo elegir el menor de los males; cuarto, el Mal Absoluto es la dictadura; quinto, si voto por la señora Keiko Fujimori se instaurará con toda seguridad en el Perú una dictadura presidida de facto por su padre, Alberto Fujimori; sexto, para evitar esa dictadura de Alberto Fujimori, que es el Mal Mayor, debo votar por Ollanta Humala, que tal vez instaure una dictadura al estilo venezolano pero, de ser ese el caso, sería el Mal Menor por comparación con el Mal Mayor o el Mal Absoluto, encarnado en el señor Alberto Fujimori.
Dos. El problema con el fabuloso razonamiento del señor Vargas Llosa es uno bien simple: ¿cómo infiere lógicamente que votar por la señora Keiko Fujimori implica necesaria e inexorablemente que el Perú sea gobernado los próximos cinco años por una dictadura presidida por el señor Alberto Fujimori? No hay un mínimo rigor cartesiano en tan inflamada deducción, puesto que: primero, la señora Keiko Fujimori es una persona distinta de su padre y no un apéndice o un órgano vital del señor Alberto Fujimori; segundo, la señora Keiko Fujimori tiene unas ideas políticas que no siempre coinciden con las de su padre, como lo demostró en el segundo gobierno de éste, cuando pidió públicamente la destitución de Montesinos y cuando se opuso públicamente a la reelección ilegal de su padre, pedidos ambos que su padre ignoró o rechazó; tercero, la señora Keiko Fujimori ha jurado por Dios (y, que se sepa, no es atea) que, si gana las elecciones, no indultará a su padre; y cuarto, la señora Keiko Fujimori ha prometido que, si gana las elecciones, presidirá un gobierno democrático y honrado, que en cierto modo le permita limpiar moralmente su apellido de los vicios autoritarios y las corruptelas que mancharon el gobierno de su padre, del mismo modo que el señor Alan García (con el voto del señor Vargas Llosa) tuvo ocasión de redimirse ante el Perú de los horrores, incompetencias y pillerías de su primer gobierno.
Tres. Si el Mal Mayor o el Mal Absoluto es en efecto la dictadura, y si queremos evitar una dictatura en el Perú, y si debemos votar el próximo 5 de junio, tal vez conviene razonar de la siguiente manera: primero, como bien dice el señor Vargas Llosa, debemos elegir, puesto que no hacerlo parecería una postura irresponsable, como irresponsables son hasta el momento los señores Kuczynski, Toledo y Castañeda, que optan cómodamente por la opción pusilánime de repudiar a los dos candidatos y no tomar partido; segundo, como bien dice el señor Vargas Llosa, debemos elegir, entre los dos candidatos, a quien nos dé más garantías de que respetará la democracia y mejorará las condiciones de vida de los peruanos; tercero, así como la señora Keiko Fujimori no es responsable de que su padre haya tenido o aún tenga ideas dictatoriales, el señor Ollanta Humala no es responsable de que su padre, el señor Isaac Humala, comunista de la vieja guardia, haya tenido o aún tenga ideas dictatoriales, racistas, xenofóbicas y homofóbicas: es decir, no parece justo atribuir a los hijos las malas ideas de sus padres; cuarto, para saber cuál de los dos candidatos tiene unas ideas más democráticas o menos democráticas, más liberales o menos liberales, más proclives a un gobierno estatista, autoritario o dictatorial, es preciso examinar cuidadosamente la biografía de ambos, así como sus planes de gobierno; quinto, la biografía del señor Ollanta Humala revela que tramó y celebró un golpe frustrado contra la democracia peruana en 2005, mientras que la biografía de la señora Keiko Fujimori revela que nunca ha tramado ni ejecutado un atentado contra la democracia peruana y que más bien se opuso a la reelección antidemocrática de su padre en el año 2000; sexto, el plan de gobierno del señor Ollanta Humala está plagado de ideas estatistas y antiliberales que harían que su gobierno oscilase entre la autocracia de Chávez en Venezuela y las democracias populistas de Correa en Ecuador y la viuda de Kirchner en Argentina; séptimo, el plan de gobierno de la señora Keiko Fujimori asegura que el Perú siga en el camino del crecimiento económico basado en la creación de la riqueza gracias a la iniciativa privada, que es el modelo de prosperidad que debemos imitar de un país exitoso como Chile; séptimo, no siendo justo asumir que si el señor Humala gana el Perú tendrá de inmediato y de un modo ineluctable una dictadura, y siendo igualmente injusto asumir que si la señora Fujimori gana será inevitable que ella instaure una dictadura familiar encabezada por su padre, la biografía y el plan de gobierno del señor Ollanta Humala permiten llegar a la sensata y fundamentada conclusión de que si él gana las elecciones, el peligro de que la democracia peruana se vea minada o socavada es sin duda mayor al que representa la señora Fujimori, del mismo modo que, si gana el señor Humala, podemos afirmar que sus ideas económicas muy probablemente llevarán al Perú por el despeñadero del populismo estatista de la Argentina, Ecuador o Venezuela, a diferencia del plan de gobierno de la señora Fujimori, cuyas ideas a favor de la libertad económica casi seguramente propiciarán que el Perú continúe en la senda próspera de un país exitoso como Chile, donde cada año hay menos pobres (lo que no puede decirse de la Argentina, Ecuador ni Venezuela).
Cuatro. El señor Vargas Llosa ha dicho que la dictadura de Alberto Fujimori ha sido una de las más espantosas y crueles de la historia. No es verdad. Al menos en el Perú, la dictadura militar del general Juan Velasco fue bastante más espantosa y cruel (especialmente para los pobres) que la del señor Fujimori. Y el señor Vargas Llosa aplaudió la dictadura del general Velasco hasta bien entrado 1974 (leer “Sables y utopías”). Por lo demás, si los peruanos pensaran mayoritariamente que la dictadura del señor Fujimori fue tan espantosa como dice el señor Vargas Llosa, y si pensaran mayoritariamente que el señor Alejandro Toledo fue mejor presidente que el señor Fujimori, tiene cierta lógica suponer que entonces el señor Toledo estaría en la segunda vuelta y no la hija del señor Fujimori, puesto que, si bien votar por la hija del señor Fujimori no implica necesariamente votar por las ideas de su padre, sin duda es verdad que muchos de quienes han votado por la señora Keiko Fujimori recuerdan con aprecio, afecto o gratitud al señor Alberto Fujimori quien, a pesar de los execrables crímenes que cometió, salvó al Perú del caos del terrorismo y la hiperinflación que le dejó Alan García.
Cinco. El señor Vargas Llosa ha dicho en Buenos Aires que votará por el señor Ollanta Humala “sin alegría y con temor”. Es una lástima que el Premio Nobel de Literatura se vea obligado a hacer algo que le provoca congoja, aflicción y cierto pavor. No parece justo que, a sus años, y con su enorme talento, y recibiendo casi un homenaje al día (cuando no dos), el señor Vargas Llosa se vea urgido a hacer algo que, según ha confesado, lo hundirá en las tinieblas de la tristeza y el miedo. Como peruano, y como admirador de su obra literaria, le ruego que, a su edad, sólo haga cosas que no le inspiren temor y le procuren la alegría que él bien se merece, y que se abstenga de hacer aquellas cosas que lo priven de una cierta felicidad o sosiego otoñal. El señor Vargas Llosa merece sentirse a gusto y vivir sin sobresaltos. Tal vez está en su mejor interés, y en el de la mayoría de los peruanos, que no sucumba a la tentación autodestructiva de votar por Ollanta Humala.
Seis. Cuando el señor Vargas Llosa vendió a cambio de una pequeña fortuna los derechos cinematográficos de su novela Pantaleón y las visitadoras al entonces próspero empresario José Enrique Crousillat, ¿no sabía el bien informado señor Vargas Llosa que el señor Crousillat era un fervoroso admirador de la dictadura de Alberto Fujimori y que el canal de televisión del señor Crousillat rendía loas y alabanzas al dictador Fujimori? ¿No sabía el señor Vargas Llosa que los cuantiosos dólares que le pagó el señor Crousillat provenían de un empresario que era socio de Montesinos y, a la vez, leal e incondicional partidario de la dictadura de Fujimori, es decir del Mal Absoluto? Y cuando el señor Vargas Llosa le cobró al señor Crousillat, ¿lo hizo “sin alegría y con temor”? ¿O, como hemos de suponer, al recibir el dinero del Mal Absoluto prevaleció en su ánimo la alegría sobre el temor?
*Periodista y escritor.