Algunos dicen que no puede escribir tanto, o que ya ni siquiera escribe. Que dicta o delega, y cuenta con una corte de escritores fantasmas dispuestos a organizar sus maquinaciones. Por cada uno de sus libros recibe una fortuna, lo haya escrito o no. Su nombre es su corona. Stephen King, sello de oscuridad garantizada. Y aunque no siempre se lo distinga, su estilo es ferozmente elegante, y no se priva de metáforas imborrables. Recuerdo que en Dolores Clairborne llama “caca de fantasmas” a la pelusa que se junta debajo de las camas. Desde aquella lectura mi escobillón se ha vuelto más respetuoso.
Yo apuesto a que sí fue él quien escribo todas las historias; que no para de escribir hasta hacer sangrar la página con sus propias pesadillas. Sangre que se renueva como tinta fresca. La sangre manda (If it bleeds, si sangra) es el título de su último libro de cuentos. En uno de ellos ocurre lo tan temido: el fin de internet. La caída de las redes. Ya no más amigos de Facebook o Instagram. La imposibilidad de reencontrarse. Pero su distopía mantiene una ilusión, la del individuo portador del mundo. “Siempre he tenido la sensación de que cada uno de nosotros –desde los reyes y los príncipes hasta los lavaplatos y las camareras que cambian las sábanas en los hoteles de las autopistas– contienen el mundo entero.”
El sosiego de King a sus 75 años –familia, fortuna, perro, moto, campo– le permite rememorar el abismo de otras épocas –accidentes automovilísticos, drogas, alcohol–, conservando la intensidad en relatos revulsivos, tremendamente atrayentes. En Todo oscuro y sin estrellas, encuentra una justificación a lo escrito (desde su primera novela, La larga marcha, a los 18 años, hasta Holly, de 2023). La letra de su estupor: “¿Cómo es posible que ocurran cosas así?”. Si uno revisa sus grandes títulos (auténticas iluminaciones siniestras de las que se hicieron cargo excelentes directores de cine como Brian de Palma o Stanley Kubrick), esa pregunta no hace más que recaudar historias. En El resplandor, Carrie, La zona muerta, Misery, Cujo, Cementerio de animales o La mitad siniestra siempre hay una persona o un acontecimiento que encarna lo peor. La fuerza de lo peor aunque provenga de una debilidad. Y a pesar de todo, o quizá por ello, King (en la senda de Poe o de Lovecraft) rescata la creación individual. “No creo que cuando muere un hombre o una mujer, arda solo una biblioteca; creo que queda en ruinas todo un mundo. Hay miles de millones de personas en la Tierra y cada una de esos miles de millones de personas tiene un mundo dentro: la Tierra que sus mentes han concebido.” La suya está (casi) toda escrita.