“El médico es médico únicamente si él trata la situación bajo la regla de lo maximal posible: tratar al paciente que se lo demanda hasta el fin, con todo lo que él sabe, con todos los medios que él sabe que existen y sin considerar ninguna otra cosa. Y si quieren impedirle curarlo por causa de presupuesto del Estado, de la estadística de la morbilidad o por las leyes de flujos migratorios, ¡que le manden la gendarmería! Aun su estricto deber hipocrático sería dispararles” (del libro Batallas éticas, de Alain Badiou).
Algo comparable valdría para un periodista, por lo menos ante aquellas informaciones trascendentes, en su compromiso con lo que él entiende es verdadero sin tener en cuenta a quien beneficie, asimilable en el derecho al “velo de la ignorancia” de la Teoría de la Justicia, de John Rawls.
Así como no existe la “medicina gestionaria” o la “medicina militante” sino sólo medicina, tampoco habría periodismo militante sino sólo militancia política o sólo periodismo, sin que sea mejor ser militante que periodista o periodista que militante, pero siendo actividades diferentes.
El acontecimiento político que significó el surgimiento de la revolución cultural kirchnerista confundió a muchos (la mayoría con buena intención, por más que una parte haya sido arrastrada por su interés). La crítica a los falsos fundamentos de la modernidad en la ciencia se trasladaron al periodismo. Fundamentos como la perfecta adecuación del concepto a su representación, objetividad, posibilidad de transparencia, autonomía total del sujeto o la pretensión de monopolizar la racionalidad.
Escribió Badiou en el mismo libro: “Foucault había escandalizado anunciando que el Hombre, concebido como sujeto, era un concepto histórico y construido, perteneciente a cierto régimen de discursos, y no una evidencia intemporal capaz de fundar derechos o una ética universal. El anunciaba el fin de la pertinencia: de ese concepto, por el hecho mismo de que el único tipo de discurso que le daba sentido estaba históricamente perimido”.
Si murió el Hombre, cómo no va a poder morir el periodismo. O el periodista, deben haber pensado Lanata y Magdalena cuando desde el edificio vecino de la Universidad de Palermo, donde estaban exponiendo en el marco del VI Congreso Nacional e Internacional del Foro de Periodismo Argentino, Fopea, comenzaron a lanzarles piedras e insultos mientras gritaban “A vos te manda Magnetto” como símbolo del mal encarnado.
La religión ya ha probado a lo largo de miles de años que es fácil reunir a la gente y lograr su aprobación alrededor de cierto consenso sobre lo que es el mal, pero que es mucho más difícil ponerla de acuerdo sobre lo que es el bien.
Es cierto que Clarín como empresa utilizó el instinto de objetivad y significación lograda que anida como ideal en el alma de todo buen periodista para construir mecanismos de defensa de sus intereses patrimoniales que consolidaran las ventajas comerciales resultantes de los abusos de posición dominante. Y que el diario La Nación no tuvo la fortaleza moral para exponerlo públicamente y prefirió gozar de los beneficios de asociarse en los presentes que Clarín le permitía compartir sin prestar atención a aquellos versos de Virgilio en boca de un troyano: “Tengo miedo de los griegos aunque nos traigan regalos”.
Pero los errores de Clarín como empresa no pueden trasladarse a una denegación de todo periodismo profesional, puro y sin aditamentos. Volviendo a compararlo con las críticas que se le hacen a los fundamentos de la modernidad y su racionalidad hegemónica quizás valga en defensa del periodismo la cita famosa de Habermas: “No es que la modernidad se terminó, no estamos en la posmodernidad; lo que sucede es que la modernidad todavía no se realizó”. “Si se hubiera realizado tendríamos un mundo más justo.” “Repensemos los fundamentos, reconstruyamos los fundamentos el núcleo fuerte del cual nos hemos alejado.”
Como proyecto inacabado, el periodismo argentino no se construirá con las piedras que recibieron Magdalena y Lanata, quienes junto a Nelson Castro y Alfredo Leuco, todos columnistas de PERFIL, fueron de los más votados como referentes de la profesión por más de mil periodistas de Fopea.
Las piedras ni siquiera sirven para deconstruir en el sentido que Heidegger creó la palabra. El gran edificio teórico del periodismo se hace con otras piedras. Derrumbar Clarín para reconstruir en su lugar el monopolio del periodismo militante, o el abuso de la posición dominante del periodismo militante, no nos hará evolucionar sino volver atrás, al periodismo partidario del siglo XIX.
El utilitarismo es el tipo de moral funcional a los sistemas hegemónicos. Sirve tanto para poner al periodismo al servicio de los negocios como del poder. Deleuze decía que “en realidad, los temas insisten”. Disciplinar al periodismo con la provisión o no de Papel Prensa no es diferente a hacerlo con la provisión o no de publicidad oficial.
Borges escribió: “Y conste que lo venidero nunca se anima a ser presente del todo sin antes ensayarse”. Quizás estemos en la aurora de un periodismo profesional, de calidad, no partidario, o sea definitivamente puro. Los periodistas lo haremos o no posible.