El tema de la pobreza en la Argentina es algo que nos preocupa a toda la ciudadanía y el Gobierno, la oposición y todos estamos muy atentos. Si bien es una evaluación que tiene definidos cómo se estima, es muy importante que sus datos permitan la comparación porque es el principal análisis. En nuestro país se sigue muy especialmente la evolución de este indicador como mecanismo para evaluar las acciones del gobierno nacional y los provinciales y también de base para proponer políticas e intervenciones gubernamentales y compartidas a nivel nacional, provincial y local. Además de medir el nivel de pobreza y de pobreza extrema, o indigencia general, o sea de toda la población, el análisis por grupos de edad y zonas geográficas de residencia son algunas de las principales especificidades que interesan.
Sabemos que estos índices son más elevados en mujeres y menores de 18 años, por eso son estos, además de los generales, los que más se difunden y a los que más atención se presta. Recientemente el gobierno nacional planteó la disminución de la pobreza en el país comparando los datos del primer trimestre del 2025 con los del mismo semestre del 2024. Esto mostró una caída muy importante con valores del 32% de pobreza y 7% de indigencia en relación al 55% y el 20% en ese período en el 2024. Incluso esos valores del 2025 son algo menores que los del mismo período en el 2023, que eran de 38,7% y 8,9%. Esto indica un adelanto muy importante que no condice con la valoración de las personas y familias, así como por los especialistas. Entre estos, llama la atención que ante el no crecimiento del empleo y la disminución de los salarios de los que aún persisten en el sistema laboral, el aumento del empleo informal, una recuperación del consumo lenta y todavía más baja que la anterior, se explique esta caída. A lo que se agrega que las mediciones realizadas por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA difieren de estos datos. Esta situación de mejora tampoco parece reflejarse en lo que se registra en las encuestas de opinión ante la insistencia de los entrevistados en el temor a perder el trabajo, señalar que no llegan a fin de mes para cubrir sus necesidades, la disminución de la compra de medicamentos y el cambio o sustitución de los alimentos y productos básicos de marcas reconocidas por otros más baratos.
Todo esto llevó a especialistas como Agustín Salvia, analizar las posibles causas que se publicaron el domingo pasado en El Observador. Él menciona como cambios en algunas valoraciones que influyen en la variación de estos indicadores y por eso es difícil su comparabilidad. Entre los aspectos más importantes que señala Salvia podemos mencionar: la canasta que se usa no incorpora el peso de los servicios públicos, los que aumentaron significativamente y han producido un cambio en el consumo porque el total disponible para eso disminuyó mucho. Esto produjo la baja y el cambio del tipo de los productos de alimentos y otros básicos. Esto, incluso, afecta a pesar del aumento de ingresos.
Se mejoró en forma muy marcada la medición de los ingresos en términos monetarios, esto se produjo especialmente a partir del segundo semestre del 2024, o sea ahora se mide mejor contra qué se vincula la canasta y esto tiende a afectar en más o menos el índice. Seguramente antes, porque en general, las personas encuestadas tienden a reducir sus ingresos, al mejorar la medición de estos, los valores de la pobreza e indigencia del 2024 eran más altos de los reales. Por eso ahora en el 2025 la diferencia es mayor, pero eso no cambió la situación de las familias.
Todo esto nos lleva a determinar que debemos ser cautelosos al considerar los datos de la variación de la pobreza e indigencia. La reducción de la confiabilidad, para comparar los datos entre años, es lo que debemos tener en cuenta y es deseable que el Indec corrija o adapte esto, o por lo menos, lo aclare para no desvirtuar las afirmaciones. Esto le va a doler al Gobierno que quiere mostrarlo como un gran éxito, pero no es lo que corresponde hacer. Debemos ser muy cuidadosos y ser precisos para poder ser respetados al presentar las cifras, no solo por los votantes, sino por quienes analizan la realidad del país. Esos a los que el Gobierno les ofrece invertir, pero que estudian muy cuidadosamente la precisión y calidad de la información para concretar las inversiones. ¿Será por eso que no llegan las inversiones?