El fantasma de Duhalde viene creciendo y asusta cada vez más a los Kirchner. Para no perder sus costumbres conspirativas, lo acusan de estar fogoneando en las sombras todos los conflictos sindicales y los cortes de ruta. Están convencidos de que Eduardo Duhalde es el comandante de un proyecto diseñado para hacerles la vida imposible y para reemplazarlos en el PJ y en el gobierno a partir de 2011. Por eso lo espían, lo escuchan, lo filman y lo tienen siempre bajo la lupa. Y, en parte, tienen razón. No en lo referido a la actitud combativa de los delegados fabriles de izquierda. Es imposible de imaginar que experimentados dirigentes del maoísmo o de un abanico de grupos trotskistas que fomentan la lucha de clases se vayan a dejar manejar por el caudillo de Lomas de Zamora. Sí es cierto, en cambio, que Duhalde nunca desplegó una actividad tan intensa como en los últimos meses desde que dejó el poder. Hay amplios sectores del peronismo disidente o no kirchnerista que coinciden en una frase: “Duhalde es el único que puede derrotar a Néstor”. O la más chicanera e irónica: “El que trajo al loco que se lo lleve”. Pero se ha producido una diferencia cualitativa.
Hasta ahora, Duhalde se reservaba el rol de articulador de ese espacio para cumplir su palabra de no ser candidato a ningún cargo que no fuera partidario. Hay diputados, intendentes, gremialistas y gobernadores que han coincidido en los últimos días en reclamarle que salga a jugar con todo. “No hay otro mejor. Tiene que ser el jefe del justicialismo y después el candidato a presidente de la Nación”, fue la definición más escuchada entre estos grupos. Todo peronista genético sabe que sus compañeros les tienen terror a dos situaciones: a estar fuera del poder y a no tener un líder. Eso es lo que Néstor Kirchner aprovecha con astucia y por eso sigue aglutinando (aunque sea formalmente) a los intendentes, que van todos cuando los llama como ocurrió esta semana en Lanús, a casi todos los gobernadores (hasta Juan Schiaretti tuvo que compartir un acto con Cristina) y a los senadores que se alinearon con disciplina y le van a entregar la Ley de Medios aprobada sin modificar una coma, tal como él quería. Esa es la base del gran poder que sigue conservando Néstor Kirchner. La falta de alternativa.
La ausencia de un conductor claro y un esquema similar con signo contrario, que sirva como refugio para los que en voz baja confiesan su odio a los Kirchner y no ven la hora de huir de su lado. Pero está claro que jamás pegarían el salto al vacío. No es solamente el poder de la chequera. Con el peronismo en el poder, la otra opción justicialista tiene que ser muy fuerte para que lo abandonen en masa. Por eso la conclusión que muchos han sacado es que Kirchner seguirá siendo el político más poderoso de la Argentina y que, por ahora, hay un solo dirigente que puede darle batalla. Creen que sólo Duhalde reúne los requisitos para colocarse al volante de la ambulancia que vaya recogiendo todos los heridos que cotidianamente expulsa el kirchnerismo.
La gran pregunta es: ¿Duhalde quiere ser candidato? ¿Está dispuesto a romper la promesa que hizo? Los que lo frecuentan dicen que hasta hace quince días mantenía firme su negativa: “Lo único que quiero es reorganizar el PJ y ayudar a parir el mejor candidato posible que firme con el radicalismo un pacto de convivencia democrática y una agenda de Estado”. ¿Qué cambió? Ahora no rechaza tan de plano la posibilidad. La pone en otros términos. Aparecen los matices. Les comenta a sus mejores amigos que sus compañeros le están exigiendo que sea candidato porque “hay que salvar al peronismo y a la Argentina”. Eso en el plano de las palabras. En los hechos, debe ser el dirigente que mantiene más reuniones con sectores multipartidarios y multisectoriales. Recibe a todo el mundo. Cree que la convocatoria tiene que ser de una amplitud inmensa. “Salvo Néstor y Cristina, todos los demás tienen que estar con nosotros. Porque son víctimas de ellos.” Eso es lo que piensa.
No está enojado con Daniel Scioli o con José Pampuro porque amagaron a emigrar del kirchnerismo, pero finalmente Néstor los subordinó con firmeza. No cree que Hugo Moyano acompañe a Néstor hasta la tumba. Todo lo contrario, está convencido de que la construcción política del líder de la CGT es con la excusa de que Moyano quiere ser gobernador de Buenos Aires pero, en realidad, su objetivo es agrupar fuerza propia para ponerla al servicio de quien sea el jefe en 2011. Le da lo mismo que sea Kirchner o Duhalde.
Hasta ahora, una de las grandes dudas sobre una posible candidatura de Duhalde estaba referida a su alta imagen negativa. En ese sentido aparecía, igual que Kirchner, con muchas dificultades de vencer en una segunda vuelta frente un candidato como Julio Cobos, por ejemplo. Aquí también hubo cambios. La gestión caótica, espasmódica y el aislamiento cada vez mayor de los Kirchner fue mejorando la opinión sobre los que estuvieron antes. Es casi matemático que el paso del tiempo vaya embelleciendo ese recuerdo. Pasó con Raúl Alfonsín, que el día de su muerte fue revalorizado por muchas de sus virtudes y los errores de su gobierno pasaron a un segundo plano. Salvando las distancias, con Duhalde se está produciendo un fenómeno similar. Frases desafortunadas como “el que puso dólares recibirá dólares” o ese estigma de “mafioso” que llevó a Cristina a compararlo con El Padrino van perdiendo potencia frente al concepto repetido en las encuestas de que finalmente Duhalde “fue el que nos sacó del infierno”. Esas virtudes de piloto de tormentas, que comparte con Roberto Lavagna, se han reflejado en los números de una de las consultoras de mayor prestigio. El sondeo fue realizado hace dos semanas y aún le adjudica a Duhalde una fuerte imagen negativa del 36%, pero la de Néstor Kirchner no baja del 53%. La tendencia de Duhalde es a mejorar lentamente y la de Kirchner, a estancarse en estos registros. La imagen positiva de ambos es muy similar: 24% Duhalde y 23% Kirchner.
El tiempo está a favor de Duhalde porque el poder sigue desgastando a Néstor. Tal vez por eso el jefe de la jefa del Estado mantiene un perfil tan bajo. Casi no hace declaraciones. En el sindicato de la carne de Valentín Alsina no permitió que ingresara el periodismo y rompió la costumbre de emitir en vivo y en directo su discurso por los canales de noticias. Está metido para adentro. Tejiendo alianzas y contando los porotos. No quiere hacer olas porque espera que la semana que viene salga la Ley de Medios. Les pide a todos que no contesten chicanas. Que esperen agazapados el momento de aprobación de la ley. ¿Cuál es su propuesta en esas reuniones? Exhibe encuestas que le otorgan una intención de voto del 28%, y dice que ése es su piso electoral y que no hay un solo peronista que pueda mejorar eso. Transmite que, una vez controlados los medios y los periodistas más críticos, van a poder avanzar con medidas que profundicen el modelo y que apunten a combatir a fondo la pobreza (un terreno donde la Iglesia hoy le pisa los talones) y que eso le garantiza el triunfo. No en segunda vuelta, porque es consciente del nivel de rechazo del que no puede volver. Pero cree que con la misma coalición parlamentaria que le permitió sacar las leyes de AFJP, Aerolíneas y ahora la de Medios puede ganar en la primera vuelta. Imagina un escenario de oposición atomizada en tres listas, donde ni Cobos ni Elisa Carrió ni Mauricio Macri podrían llegar al 30% de los votos. Kirchner quiere completar su fórmula con un dirigente de centroizquierda que le sume los 12 puntos porcentuales que le faltan para llegar a los 40 que lo consagrarían como presidente de la Nación sin ir al ballottage. Soñó con Hermes Binner, pero el gobernador santafesino cerró todas las puertas: “Jamás sería vice de Kirchner”. Ahora está buscando a alguien que pueda cumplir ese rol. ¿Martín Sabbatella? ¿Estela de Carlotto? Para eso necesita que el peronismo vaya unido y nadie saque los pies del plato con otra candidatura que le muerda votos en ese mismo universo.
La reforma política en ciernes propone un sistema de elecciones internas abiertas y simultáneas que obligue a todos los participantes a aceptar al ganador y que no le permita presentarse en otra lista por afuera de los partidos. Por eso una candidatura de Eduardo Duhalde lo lastimaría tanto. Por eso a Felipe Solá no lo convence la estrategia duhaldista de recuperar el PJ. Cree que es un camino muy largo y que la sigla todavía es una cáscara vacía que no le mueve el amperímetro a la mayoría de los argentinos. Pone un ejemplo contundente: en 2005, corriendo en la escudería oficial del justicialismo, Chiche Duhalde perdió 3 a 1 con Cristina. Felipe Solá piensa que la táctica debe ser otra: fortalecer y hacer más conocidos a dirigentes más jóvenes con mejor imagen y armar buenos proyectos con equipos de colaboradores prestigiosos. Ese diagnóstico es un traje a su medida. Lo que tal vez convenga analizar con más detalle es que el capital simbólico del partido, el escudo y las fotos de Perón y Evita sí son muy convocantes para la militancia y la dirigencia intermedia.
Hay un video que confirma esa sospecha. Fue en la reunión que Duhalde hizo en el quincho de su quinta con 150 agrupaciones de La Matanza. Como si fuera un director técnico motivador, Duhalde entró y empezó a preguntarse a los gritos y a modo de arenga: “¿Qué nos une a todos nosotros? ¿Qué somos? ¿Por qué estamos juntos?”. Y de inmediato, todos de pie y con los dedos haciendo la V de la victoria empezaron a cantar “los muchachos peronistas”. Pueden ser cosas del folclore que al ciudadano independiente no le digan nada. Pero la militancia se carga de adrenalina y mantiene su identidad. No es poco en los tiempos líquidos de los partidos y las pertenencias.
A propósito de la camiseta que cada uno se pone, vale la pena estudiar un poco la correlación de fuerzas del Congreso que viene para que la oposición no exagere las expectativas ni vuelva a desilusionar a los votantes anti K del 28 de junio. El kirchnerismo tendrá un escenario mucho más complicado que hoy en Diputados. Pero no será una catástrofe como muchos se imaginan con más voluntarismo que aritmética. El Frente para la Victoria tendrá 90 diputados propios. Pero con sus aliados permanentes (los santiagueños de Gerardo Zamora, los progresistas de Ariel Basteiro, los neuquinos de Sapag y los radicales K) llegan a los 115 votos aproximadamente. Una Ley de Medios como la que se aprobará también contaría con la mayoría en la próxima Cámara de Diputados, porque habría que sumarles los votos del bloque del Partido Socialista y de los seguidores de Pino Solanas. Eso, si cada uno mantiene la misma posición que ahora. Por cierto que se trata de una mera especulación. La política es mucho más que la matemática y todavía falta mucho tiempo. Pero es un ejemplo para mostrar que la oposición no se va a poder hacer una fiesta anti K como no se la pudo hacer hasta ahora. El peronismo disidente tendrá 40 diputados y actuarán en interbloque con los 14 del macrismo. En varios temas seguramente podrán interactuar con el grupo del Acuerdo Cívico y Social, que sumaría alrededor de 70 legisladores, de los cuales 42 serán radicales y 24 de Elisa Carrió. ¿Qué harán los cobistas? ¿Se mantendrá esta coalición o, como dicen los socialistas, fue solamente un acuerdo electoral y si te he visto no me acuerdo? Se viene un Congreso apasionante, porque en el Senado el oficialismo va a tener problemas para superar los 31 votos. Se vienen batallas políticas cargadas de turbulencias y crispaciones. ¿Cómo saldará sin reprimir a sangre y fuego el Gobierno la catarata de protestas radicalizadas en el horizonte? ¿Lograrán poner en marcha la Ley de Medios ante cientos de presentaciones judiciales que buscarán ganar tiempo hasta que asuman los nuevos legisladores? ¿Duhalde se decidirá a calzarse los guantes y subirse al ring? ¿Se transformará en la alternativa que el peronismo todavía no tiene o seguirá siendo un fantasma que altera el sueño del matrimonio presidencial?