COLUMNISTAS

Poemas dulces

Me gustaría usar más Internet. No quiero decir con esto que nunca use Google, pero tengo la impresión de que lo frecuento menos que mis amigos.

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Me gustaría usar más Internet. No quiero decir con esto que nunca use Google, pero tengo la impresión de que lo frecuento menos que mis amigos. Leo los diarios extranjeros (antes de la devaluación los compraba en papel), y busco autores y datos, obvio, pero ante una duda o para pensar ideas, prefiero todavía dirigirme a mi biblioteca. Muchas de estas columnas dominicales se me ocurrieron caminando lento y mirando fijamente a la biblioteca, como si esperase de ella alguna respuesta, que por cierto casi siempre llega. Pero resulta que desde hace un par de semanas (y por algunos meses más) mis libros se encuentran en cajas apiladas en un garaje. Las mudanzas son así, pequeños terremotos controlados (en caso de que ese oxímoron signifique algo). Y de golpe, me di cuenta de una cosa: al no tener mi biblioteca detrás, últimamente vengo escribiendo acerca de libros recientes, sobre las novedades del mercado. La semana pasada fue El paisaje en las nubes, las crónicas de Arlt publicadas en el diario El Mundo, y hoy pensaba escribir sobre Ahora o nunca, la poesía reunida de Ricardo Zelarayán, publicada por la editorial Argonauta. ¿Pero son Arlt o Zelarayán novedades del mercado? Arlt y Zelarayán son de esos autores en los que lo nuevo no es sólo lo que renueva, sino lo que persiste; en ellos permanece la novedad aun con el paso del tiempo, aun frente a la presión del mercado. Todos los meses salen libros nuevos –entre otros, los de ellos– pero la novedad de Zelarayán o Arlt va más allá de ese detalle, del infortunio de la distribución y el precio de venta al público; su novedad se deja leer exclusivamente como novedad radical, como la novedad que no se deja atrapar. La publicación de Ahora o nunca implica para mí, pasando al terreno de la confesión menor, una pequeña derrota personal. Quiero decir: el libro además de contener sus poemas ya publicados en otros libros, más algunos inéditos, incluye también Traveseando, el único libro para niños de Zelarayán, publicado en 1984, y que yo nunca había logrado encontrar. Lo busqué, lo busqué y lo busqué en cada librería de viejo de esta ciudad, pero nunca lo pude hallar. Algunos amigos lo compraron: uno, en ese 1984 (pero él me lleva 20 años, en esa fecha yo era menor de edad); otro, hace unos años en una librería de viejo a la que yo había ido días antes (mala suerte del destino). Incluso un tercero me dijo que había una edición de Eloísa Cartonera, pero ni siquiera lo tomé en cuenta. Quería ese libro para mí en la edición de Kapelusz, o nada (ni siquiera acepté leerlo prestado). Y ahora, en la poesía reunida, están ahí, los relatos infantiles de Zelarayán al alcance de la mano, pero en otra edición. ¿Los leo o no los leo? Me doy por vencido y los leo, y como todo mal perdedor muerdo el polvo dos veces: son extraordinarios pero me niego a reconocerlo. Hasta que sucumbo, y veo pasar a mi hija de 6 años, y le digo: “¿Conocés la historia de Cuando llueve?” Y le leo: “Cuando llueve, ¿quién se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Adivina adivinador. ¿Nunca se sabrá?//Cuando llueve, el mosquito se moja menos que el elefante, y la mosca menos que el tigre y que las pulgas del tigre. Pero, ¿qué no daría el mosquito por tener la sombra de un elefante y la mosca la sombra de un tigre?//Cuando llueve, nadie quiere mojarse pero todos se mojan, menos los que consiguieron ponerse debajo de algo, techo o paraguas, que son casi todos. Así no vale.//(…) Cuando llueve tu pelo se moja mucho y tus ojos nada… porque están bajo techo://(…) Pero… nunca se sabrá si se moja más el que corre o el que camina despacio”.

Además de haber escrito uno de los poemas máximos de la literatura argentina de las últimas décadas (La gran salina), Ricardo Zelarayán también tradujo a Sade. Nada más dulce que esa tradición.

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