Fair Game (2010), dirigida por Doug Liman y protagonizada por Naomi Watts y Sean Penn, está basada en dos libros: The Politics of Truth, de Joseph Wilson, y Fair Game, de Valerie Plame, el matrimonio al que los actores representan.
Ella era una agente de la CIA especializada en “control y antipropagación de terrorismo” y él había sido un diplomático de segunda línea. Ambos se ven envueltos en la busca de armas de destrucción masiva en Irak y en los hipotéticos planes de desarrollo nuclear de Saddam Hussein. Pese a los informes de ambos, que contradicen la existencia de tales armas y tales planes, la administración Bush (como es de público conocimiento) se embarcó en una guerra (en dos, en mil) en busca de algo que nunca fue encontrado, porque no existía.
Expuesta la identidad de la agente, despedida de la CIA, puesta en riesgo su vida y la de su familia, al marido no le queda más remedio que exponer públicamente las manipulaciones de los informes que ellos han elaborado in situ.
Hacia el final de la película, pese a todas sus reticencias, Valeria Plame declarará ante una comisión parlamentaria.
Lentamente, pareciera, la opinión pública norteamericana, esa esfera tan frágil como una pompa de jabón, va haciéndose cargo de aquello que los aparatos de justicia decidieron desplazar de su foco de atención. Todavía se recuerda el discurso inaugural del actual presidente norteamericano, Barak Obama, y la decepción que provocó su renuncia a investigar hasta las últimas consecuencias los crímenes de lesa humanidad cometidos en nombre de aquellas hipótesis fraguadas. Pese a que los Estados Unidos siempre se negaron a adherir a los protocolos y convenios internacionales que toman a esos crímenes como su objeto, otro sería hoy el mundo si Barak Obama no se hubiera hecho cómplice de la barbarie.
La posición de Fair Game es sencilla: exculpa a algunos funcionarios y señala sospechosamente a otros. Pero por sobre todos ellos planea la abrumadora convicción presidencial que, un discurso tras otro, no cesó de exponer públicamente sus fantasías de exterminio.