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discusiones

Por la reconciliación

Usted habrá oído esa frase que dice “ni un sí ni un no”. Suelen decirla las señoras para explicar lo maravillosamente que transcurren sus parejas. A mí no me impresionan para nada, al contrario. Pienso “qué horror, qué aburrimiento”.

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Usted habrá oído esa frase que dice “ni un sí ni un no”. Suelen decirla las señoras para explicar lo maravillosamente que transcurren sus parejas. A mí no me impresionan para nada, al contrario. Pienso “qué horror, qué aburrimiento”. No, no me diga que no tengo razón: toda una vida sin un sí ni un no; toda una vida sin una buena pelea a los gritos pelados o sin pelar. Los desiertos de la luna deben ser más divertidos que vivir meses y años sin una saludable discusión. Saludable, dije, sí, ¿qué hay? Las legumbres, el pescado de mar que tiene esas grasas no saturadas, una manzana por día, la actividad física, todo eso es tan saludable como una buena discusión. Los pescados y las manzanas y el brócoli ayudan a eliminar toxinas y grasas malignas y bulimias y etcéteras; y una buena discusión, con sus síes y sus noes ayuda a eliminar rencores, ofensas, agravios, desaires, esas cosas que hacen tanto mal al nivel de colesterol como al cutis. Además, como dice una amiga mía que se casó dos veces, enviudó otras tantas y ahora tiene un novio quince años menor que ella, además no hay nada en este mundo ni en los otros, nada tan dulce y vigorizante como una reconciliación hecha y derecha después de haberse una dicho de todo con el hombre de su vida. Se reconcilia una, le queda el alma limpita, vuelven las suaves brisas de la luna de miel y pueden ellos dedicarse a hacer planes para el próximo verano. Hablo, claro está, de una reconciliación de veras, no de “bueno está bien terminala”, sino de “mirá, los dos tenemos un poco de razón, ¿eh?” Usted sabe cómo se llama eso, ¿no? Sí: matrimonio. ¡Pero no! Se llama democracia. ¿En serio? Ajá. Es que hay mucha gente que no lo sabe. Otra vez ajá.