Hay mucha gente que no soporta las condiciones en que corre su vida y quiere apurarla por la vía del exceso; decir que la droga es un problema supone que existe algo que no lo sea, y postula la necesidad de políticas criminales para apurar su solución; apostar al calor y a las conspiración político-facciosa para explicar la rutina de los saqueos es tan ingenuo como suponer que todo se terminaría si tuviéramos carnavales como la gente, aunque desde luego deberíamos tenerlos, ya que el peronismo en todas sus mutaciones siempre apuesta (y en alguna medida produce) el milagro de la movilidad social; es ingenuo también acusar a las bandas narcos de producir el caos cuando los narcos son financistas de campañas políticas y proveedores de liquidez de los punteros del país, tanto como lo es suponer que la policía como institución –y esto es independiente de la voluntad de sus miembros, considerada individualmente- está para combatir el delito y no para administrar sus particularidades y evitar que se salga de cauce, en las instancias menores y más visibles de la práctica social; si la policía, en beneficio de la parte legal de sus ingresos, primero libera zonas para el saqueo y luego los reprime, solo está demostrando que conoce al detalle el valor y el uso de su función; que los saqueos hayan sido dirigidos a pequeños comerciantes chinos y/o barriales y/o casas de electrodomésticos de relativa envergadura y no a enormes supermercados, prueba que aún la expoliación tiene un rasgo a la vez xenófobo y familiar, y también que los saqueadores –organizados o no- conocen las debilidades del sistema y la fuerza del poder; es absurdo que se acuse a los saqueadores pedestres de no actuar movidos por el hambre cuando se apropian de artículos de cierto valor: cargada en brazos, una caja que contiene un televisor es más fácil de transportar que tres litros de leche o cinco kilos de harina que efectivamente pueden paliar el hambre y la falta de vitaminas de un niño, pero esos kilos se verán multiplicados si el televisor es canjeado en alguno de los tantos lugares donde se venden artículos robados; el robo de celulares, zapatillas, televisores, computadoras o equipos de audio no prueba el carácter anárquico o disolutorio o prebendario del saqueador sino el triunfo del capitalismo, que como sistema de producción y distribución de mercancías legitima tanto la fabricación como el saqueo, y si no basta con mirar los episodios constantes de la política internacional, donde dimes lo que tienes, y si no eres fuerte, te diré lo que pierdes; la lógica de robo que imperó entre los saqueadores demuestra el éxito del capitalismo en la construcción de objetos de deseo cuya función primaria es reproducir el deseo de esos objetos, y su fracaso relativo en disciplinar a la masa total de la población para que se esclavice trabajando a destajo para su adquisición: un televisor es una máquina de producir síndrome de abstinencia de aquello que vende y de venderse como territorio de libertad.