El anunciado veto presidencial, esperemos que superable, a la recomposición parcial de jubilaciones y pensiones, cuya caída real al mes de julio supera el 26% (¡) –y el apoyo celebratorio de Mauricio Macri al veto– actualizan una pregunta: ¿acaso las peores condiciones socioeconómicas no fueron y son siempre y en todo lugar el motor de las protestas?
Lo analizamos, sin pretensión de totalidad, tomando dos indicadores duros, salario ofrecido y salario pretendido formal, y como marco de análisis, algo heterodoxo, la denominada Paradoja de Tocqueville.
En este contexto, proponemos una relectura de la ya clásica advertencia de Cristina Kirchner: “No vienen por mí, vienen por sus derechos”, la que traducimos hoy también en vienen por sus deseos.
Veamos. Para el mes de junio los trabajadores estables, según el Ripte, manifestaban un salario promedio de $ 933.179,85, es el último dato disponible.
Al mismo tiempo, una familia tipo en la zona metropolitana necesitó en junio $ 873.169 para no ser pobre y sin considerar el costo de alquiler.
Por otra parte, el salario requerido promedio por los hombres fue de $ 928.914 por mes, mientras que el solicitado por las mujeres es de $ 885.974 pesos.
Nadie aspira a más salario, apenas a superar la línea de pobreza, tomando como indicador el salario pretendido formal.
¿Quién mandó matar a Cristina Kirchner?
Es un ejemplo paradigmático de la Paradoja de Tocqueville en acto.
Señala el filósofo Diego Tatián: “Hace casi doscientos años, Alexis de Tocqueville señalaba en La democracia en América una paradoja cuya fuerza persiste aún: cuando la desigualdad social es abismalmente grande, se vive como natural, la imaginación social ni siquiera es capaz de plantearse la posibilidad de su supresión y a nadie se le ocurre intentar transformar el orden establecido.
”Cuando, en cambio, esa desigualdad se reduce, los resabios de privilegio son mucho menos tolerados, las diferencias existentes cuestionadas y las jerarquías combatidas. Según esta idea, no es el deseo de igualdad lo que produce igualdad; es el avance de la igualdad lo que produce deseo de igualdad”.
Las condiciones estrictas del ajuste operan a nivel objetivo, el indicador que tomamos: el salario formal promedio ofrecido, en línea con el umbral de la pobreza para un hogar tipo –el hogar promedio en el país es de 3,6 miembros–.
Sin embargo, y tal vez con mayor potencia, el ajuste opera a nivel subjetivo.
El indicador duro para mostrarlo es el salario formal promedio pretendido, que se emparenta con el ofrecido, también en línea con el umbral de la pobreza.
Es habitual recordar que las grandes rebeliones populares no las despliegan, al menos inicialmente, los sectores sociales más vulnerables.
En el Cordobazo de finales de los años 60, fueron los obreros metalmecánicos mejor remunerados junto a los estudiantes los que encendieron la chispa.
Incluso en la crisis del año 2001, fueron los segmentos medios, al ver atrapados sus ahorros en los bancos, los que comenzaron la rebelión que culminó en las jornadas del 19 y 20 de diciembre y la huida, en medio de asesinatos múltiples, del presidente Fernando de la Rúa, muchos de cuyos funcionarios hoy siguen activos tanto en el oficialismo cuanto en la oposición.
En esta perspectiva, el gobierno de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos contribuyeron de manera decisiva para que las condiciones estructurales agobiaran a la población de segmentos medios, medios bajos y sectores populares.
Un solo indicador es muy ejemplificador: cuando Cristina Fernández deja el gobierno, los trabajadores participaban en el 52% del ingreso total generado, cuando Mauricio Macri pierde las elecciones en el año 2019, la participación era ya del 46% y al concluir la gestión de Alberto Fernández, la distribución seguía idéntica a la heredada de Mauricio Macri, con el agravante de que el del FdT era un gobierno que se suponía peronista.
Esta es la peor herencia del FdT: la defraudación que supuso el ajuste estructural desplegado durante un gobierno autopercibido como peronista que impulsó la pérdida del deseo de igualdad.
En sentido contrario, cobran más valor las políticas igualitarias desplegadas por el kirchnerismo inaugural de Néstor y Cristina Kirchner que, al igual que el peronismo bautismal de Juan y Eva Perón, despertaron el deseo de igualdad en un conjunto amplio de la ciudadanía.
Deseo igualitarista hoy muy disminuido, que explica en parte la parálisis social frente al notable ajuste que impulsa Javier Milei.
*Director de Consultora Equis.