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sofocada

Por qué perdió Cristina

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Terminada la sopa de las PASO, no hay manera de extraer una lectura; lo que unos, que se presumen derrotados, acusan de “obsceno triunfalismo de la aristocracia” –el uso de polisílabos indica que el kirchnerismo es una práctica discursiva sofisticada–, los segundos, presuntamente ganadores, lo reivindican como cruzada republicana de renovación y cambio. Para los espíritus exigentes, para los paladares estéticos, los resultados pueden ser lo de menos. Lo visto antes de la votación del domingo había permitido evaluar las menguadas aptitudes actorales y el perfecto estado de la dentadura de los candidatos (hay dudas con Filmus, que sonreía a labios cerrados), el protagonismo excluyente de la Presidenta, la estratégica vacuidad de Massa –que, como un agujero negro, absorbió las inanidades verbales de Scioli y de De Narváez, y con ellas hizo su agosto–, el amuchamiento aliancista. Todo ello, insisto, configura una derrota provisoria del oficialismo pero un notable triunfo del peronismo. Si se suman, por ejemplo, los votos crudos de la provincia de Buenos Aires, Insaurralde, Massa y De Narváez juntan el 70 y pico del porcentaje de votantes.

¿Por qué perdió Cristina? Teniendo en cuenta la tardanza, me veo en la obligación de compensar pretendiendo una cierta originalidad. Descontados los argumentos acerca de las incertidumbres de la economía, Moreno, el autoritarismo, la inseguridad, el cepo cambiario, la ley de la expectativa y la demanda crecientes, etc., etc., en mi opinión el decrecimiento de su caudal de votos se entiende menos por las razones aducidas que por un dato central: el votante argentino –y quizá los del resto del mundo– lee la política como una ficción. Las telenovelas duran uno o dos años, las series de éxito, cinco o seis. En algún momento, aquello que se constituía como centro imaginario de nuestra vida agota su poder encantatorio, y ya está.

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