COLUMNISTAS
ante la crisis

Por un sueño colectivo

Debemos animarnos a construir un destino común. No importa la condición, raza, religión o fortuna de cada uno.

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Detrás de todo, está la gente... | Pablo Temes

El escenario global y regional no se aclara. Ni se va a aclarar. El virus resiste aún, sin vacuna y, prueba, desnuda e interpela las capacidades de cada actor –nótese que ya no digo solo el Estado– para adaptarse a un mundo amenazado. Y hacer algo más que sobrevivir.

La política no debe argumentar que el tiempo que les tocó es mala fortuna; eso no hace más que confirmar en el sujeto conducido (pueblo, gente, argentinos y argentinas) la sensación de que allí más que vocación pública e idea de futuro, hay una ocupación de espacio, una pelea de lugares y un cálculo permanente de cómo mantenerse o ampliar las sillas propias. De hecho, muchas de las noticias de la semana remiten a discusiones, interesantes quizás para la academia, para los analistas (la posición argentina frente a Venezuela; la buena disposición del nuevo titular del BID a pesar de que Argentina no lo votó);  algunas para el espectáculo (la renuncia por Twitter de una embajadora); otras que tensionan la institucionalidad con una lógica política ensimismada (jueces, Senado, corrupción; disputa de propiedad), pero ninguna tiene que ver con el destino de quienes ya no saben a quién mirar y qué seguir.

La llama de la esperanza se enciende algo cuando la semana comienza con una reunión del Gobierno con industriales y trabajadores… pero ahí se estanca… no salen decisiones medulares, no se acuerdan rumbos, no hay una hoja de ruta que cada actor presente sienta suya. Fotos. Las fotos no cambian vidas.

La red de contención funcionó hasta ahora. No fue el Estado, solamente. Fue la reacción positiva de muchos actores en la Argentina, que lo único que reclaman, al Gobierno que conduce el Estado por elección de la ciudadanía, es que los convoque en las decisiones. Mientras eso no ocurra, cada decisión política es sujeto de una contestación. De grieta.

Sectores académicos y del tercer sector siguen generando espacios en los que referentes de todos los sectores se encuentran, reflexionan, intercambian ideas, ¡escuchan! Incluso el Gobierno lo dice en boca de su presidente. Y de muchos funcionarios que además lo creen. Pero si ese discurso no permea la decisión, y por lo tanto involucra a los eventuales afectados, debilita la efectividad de esa decisión. No es posible. El Estado está perdiendo la capacidad de convencer e imponer. Lo que ocurre con el dólar es un símbolo de muchas otras cosas, vinculadas a la confianza del ciudadano y la ciudadana con el Estado (medulares, como elegir la educación o la seguridad privada, o las ya normalizadas, como respetar poco la autoridad policial). La efectividad se pierde porque la decisión se toma sin los otros. Hay que conceder,  porque de eso se trata. Que todos pongamos algo. Que entendamos la hora, priorizando al que no tiene.

La construcción de esto es un proceso, y como bien escribía el consultor Carlos Fara debería iniciarse donde sea. De hecho, hay localidades y provincias que se están animando. Que antes de ahogarse descubrieron que es con todos los actores y empezaron el diálogo y la decisión concertada.

Si no hay líder capaz de conducir en la forma que requiere este siglo al menos pueden emerger pequeñas concertaciones que vayan dando aire y espacio a la necesidad de construir rumbos colectivos, que son los que comprometen a todos. No te impongo, no te sugiero; te hago parte. Y hacer parte, hoy, en un tiempo donde somos todos tan distintos y estamos todos y todas tan empoderadas (los que podemos, claro), es difícil. Hay que dejar el cálculo. Hay que pensar que quizás se pierda la próxima elección, pero hay que poner la mira en construir futuro. Y el futuro no se construye solo con asistencia, ni comedores. Que son vitales pero no alcanza. Se construye con trabajo. Y para que haya trabajo necesitamos que los argentinos y las argentinas vuelvan a creer en su país, quieran que sus ahorros produzcan, apuesten. No lo van a hacer si lo que aumenta en el Estado es su capacidad represiva. Está probado, en seguridad, en economía, en política, que la represión no sirve para la paz ni el desarrollo. Los que siempre pierden son los que nada tienen.

La sensación térmica de hoy es inmovilismo, mar muerto… argentinos y argentinas de todos los sectores que a pesar de la interpelación pandémica, sienten que su futuro depende de ellos mismos. Que no hay colectivo que los contenga. No queremos que todo dependa de Messi, no queremos solo ser efectivos cuando la pelota llegue a Messi. Hay muchos actores, y eso lo hace complejo, y a veces doloroso. Hay cada vez más que ya no pueden jugar. Claro que con el talento de Messi también. Para que haya gol. Pero no es el único. No es un único. No hay victoria con un solo actor.

Algunas luces de esperanza: parece que toma cuerpo la idea de Vaca Viva… un régimen especial para potenciar la agroindustria con más agregado de valor y sustentabilidad ambiental. Una idea nacida en la academia, que empieza a juntar actores para hacerla realidad. Ya está en la agenda política. Finalmente –y con una demora que no condice con la urgencia que planteaba el desafío de la pandemia– se aprobó la Ley de Conocimiento, tan urgente para la salida futura de nuestro desarrollo; la infancia (nuestro futuro) empieza a priorizarse, y hay vuelta a clase. Habrá idas y venidas, como en todos los países del mundo. Pero es alentador que el foco esté en ese sector de nuestra población y en esa área tan central.

Hay instituciones, gubernamentales y no gubernamentales, que están cambiando y ayudando a cambiar a muchos y muchas. Pero podrían multiplicarse, si sentimos, si se enciende el sueño colectivo, de que hay rumbo y destino. Y que vale la pena ser parte, de ese destino.  Que no es de “los políticos”, ni el de “los ricos”, ni el de “los empresarios”, ni el de “los trabajadores”, ni el de “los movimientos sociales”, ni el de los “movimientos originarios” ni el de “las mujeres”, ni el de… Es el destino, el sueño, de todos y todas las argentinas, no importa su condición, raza, religión o fortuna.

 

*Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.