De las charlas con mis amigos del mundo de los negocios, como en las charlas con mis amigos del PO, de PRO, de Carta Abierta, o con gente del club que ni lee los diarios y que por la TV sólo mira porno y deportes, siempre salgo con la certeza de que soy el más pesimista de los que me rodean. Todos imaginan para el futuro un escenario peor que el actual y muchos se imaginan estando peor que ahora, pero ninguno se atreve a imaginarse a sí mismo actuando peor que ahora. Yo sí. A este paso terminaré votando lo que señale el tembloroso dedo de Néstor K. Y esto sucederá en parte por culpa suya, por haber construido una oposición menos confiable que su propio entorno, y en parte por mérito suyo, por haber conducido, de la mano de Lavagna, a un relativo orden institucional que brindó cuatro o cinco años de tranquilidad, ilusiones y crecimiento a partir de una situación que algunos calificaron de prerrevolucionaria. Y no estaban tan equivocados, salvo que no consideraron que a la Argentina lo peor que le puede suceder es prolongar una situación prerrevolucionaria cuando la revolución ya es imposible, y no sólo porque el ochenta por ciento de la población no la quiere, sino también porque el noventa por ciento de las fuerzas sociales ni la quiere ni la toleraría. Debo aclarar que el metafórico porcentaje de las fuerzas sociales no es un índice de encuestas, se refiere al poder real que manejan unas pocas decenas de miles de familias, corporaciones, ciudadanos, entre quienes se cuentan Moyano, el grupo Philip Morris-Kraft, la TV, La Nación, Magnetto, Macri, los comisarios fuertes de algunas policías provinciales, y, en general, lo que suele llamarse “establishment”, ahora ampliado por esos pocos recién venidos gracias a los K que todavía no fueron alcanzados por la Justicia. Al cabo de ocho años de un ciclo pacificador, que consiguió que los que –como Caparrós– promovían el trueque volviesen a comprar en el shopping con tarjetas de crédito, que los que ensordecían en las asambleas barriales gritando un unísono “Que se vayan todos” terminasen votando a esos mismos “todos”, que los que ocupaban calles y espacios públicos haciendo temblar al poder siguiesen ocupando calles y espacios públicos enervando tan sólo a los ciudadanos impotentes, estamos empezando a aterrizar cerca del punto de partida. ¿Quién será el ministro de Economía de Cobos? ¿Cómo sería la legislación laboral del socialista Binner? ¿Y el grado de eficiencia en la gestión del presidente Macri será bajo como el del actual jefe de Gobierno de la Ciudad? ¿Y las políticas de defensa, cultura y educación de De Narváez? ¿Y las respuestas a las otras preguntas?