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resquicios

Primero lo primero

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Me encontré la otra tarde pensando en Durán Barba. Hace días este solícito asesor del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires había aportado al jefe de Gobierno, que para el caso es también su propio jefe, la opinión de que los porteños estábamos más preocupados por los baches de las calles que por el tema de las escuchas ilegales. A primera vista me pareció un argumento erróneo. Es cierto que el que parte en dos una cubierta o dona al municipio buena parte de su tren delantero en uno de los tantos cráteres que abundan en el pavimento puede perder un poco de vista, aunque sea mientras revisa esos daños, los ardides de un Ciro James. No obstante, a mi entender, no existe un pragmatismo tan liso y tan corto como el que pretende Durán Barba; no me parece que si a los porteños se nos solucionan los problemas más inmediatos vaya a resultarnos indiferente por caso que nuestro jefe de Gobierno haya montado o no haya montado una asociación ilícita.

Ahora bien, si en efecto se confirma la imposibilidad de que se inspeccione bien las tantísimas construcciones que afean el paisaje de la Ciudad, es decir si en efecto se confirma que nadie puede asegurarnos del todo que en el levantarse de un edificio no haya otro que justo atrás o justo al lado no se venga de repente abajo, entonces terminará por ser cierto que los porteños iremos viviendo una vida por demás atada a la mera coyuntura, clavando fija la vista en el techo para vigilar abstraídos que no se nos caiga encima; y en tal extremo entonces sí, qué remedio, no habrá de quedar ni tan siquiera un resquicio mental o emocional para preocuparse por supuestos espionajes, y habrá tenido razón Durán Barba, y se habrá ganado en buena ley el sueldo.

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