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Promesa de promesa

Me presionaron para que dijera qué había prometido y dije: “Prometí que nunca más voy a hacer promesas”.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Conozco mucha gente que hizo promesas de todo tipo si la selección argentina ganaba el Mundial: tatuarse, raparse, ir caminando a Luján y muchas otras. A mí no me dio por prometer nada, tal vez porque las promesas ocurrían en otra ocasión, en especial el día, o mejor dicho, la noche de Año Nuevo. Es una vieja tradición familiar. En mi casa de infancia, a las 12 de la noche del 31 de diciembre, cada uno tenía que prometer algo, situación parecida a la que se hace en los cumpleaños aunque, creo, ahí se piden deseos y no se hacen promesas. Luego venía el brindis, los besos, los abrazos. Y la polémica: una parte de la familia decía que las promesas eran secretas y que no había que decirlas en voz alta, reproduciendo, nuevamente, la estética de los deseos del día del cumpleaños mientras se sopla la velita. Pero otra parte de la familia decía –y hacía– lo contrario, y rápidamente pasaba a contar qué había prometido. Supongo que buscaban testigos que sirvieran para autometerse presión y así cumplir las promesas. A mí todo eso me resultaba francamente indiferente, y miraba hacia las estrellas haciendo como que había prometido algo, solo para que no jodieran y me dejaran tranquilo. Una vez me presionaron para que dijera qué había prometido y dije: “Prometí que nunca más voy a hacer promesas”. Me temo que mi respuesta decepcionó a varios de los invitados y uno, con afán de defenderme, dijo algo como “bueno, así son los adolescentes”. Curiosamente –o no tanto– terminé cumpliendo la promesa y entonces precisamente el mundo de las promesas se me volvió algo irremediablemente ajeno. Hasta la semana pasada, la noche del 31 de diciembre. No sé por qué, de golpe, tuve ganas de mirar las estrellas y prometer algo Y no solo eso, sino también de contar la promesa. Puede parecer raro –de hecho lo es– pero eso es lo que me pasó. ¿Por qué me ocurrió eso? No lo sé. Sé, sí, que sentí un deseo irrefrenable de hacer una promesa. Pues, paso a continuación a contar qué prometí: prometí no decir nunca más una serie de palabras. Una serie de palabras dichas y redichas a diario, escritas y reescritas todo el tiempo, que yo quisiera dejar de proferir. ¿Por qué esa decisión? Podría dar muchas respuestas, pero todas se resumen en una: porque preferiría no hacerlo.

Entonces esta es la lista de palabras que prometo no decir nunca más: sustentabilidad, comorbilidad, macroeconomía, palomas, halcones, prosa tersa, on demand, neurociencia, posicionamiento, bibliodiversidad, home working, unicornios, financistas, mecenas, tendencia, fellowship, algoritmo, productividad, rentabilidad, editoriales independientes, shortlist, longlist, tuitear, retuitear, compost, dietética, inversión, real estate, ganancia, novela deslumbrante, mailing, chat, grupo editorial, atención personalizada, libros del año, ganador, perdedor, política de privacidad, configurar cookies, libros por temática, retiro espiritual, libros más vendidos, vendido, comprado, cámaras de seguridad, presencia en más de veinte países, ecoparque, coaching ontológico, primera dama, empresario de medios, especulación financiera, puesto menor, mi novela, figura central, la chica del momento, el oficio de escritor, trabajador de la cultura, multiespacio, modelo de negocio, eBay, branding, clickbait, fondo de inversión, código QR, parque lineal, servicio puerta a puerta, consultor, ¿te divierte?