La mayoría de los problemas que padecen los argentinos están relacionados con la pobreza. Sin embargo, pese a estar en el centro de los discursos, este fenómeno no ha sido acompañado de desarrollos teóricos que ilustren sobre su complejidad (conforme documentos UCA). Sin pretender saldar esas falencias, resulta imprescindible relacionar la pobreza con los otros procesos de la sociedad, tanto para entender sus causas como para evaluar mejor las diferentes propuestas que hacen parte de la campaña electoral.
La falta de empleo, los bajos salarios y la informalidad de muchos de los ocupados son consecuencia de la falta de una política económica que incentive las inversiones de riesgo con alta productividad y creadora de empleos con salarios dignos. En lugar de una política de este tipo, los diferentes gobiernos han venido respondiendo demagógicamente a las demandas de una cultura consumista y cortoplacista, creando derechos que no tenían la contrapartida productiva que permitiera atenderlos con recursos genuinos.
Lo anterior condujo a un círculo perverso donde: un Estado que no ha creado las condiciones para generar riquezas y empleo privado se vio necesitado de más recursos para hacer frente a la emergencia social derivada, precisamente, de la política económica aplicada; esto lo llevó a aumentar los impuestos sobre las actividades productivas, desalentándolas aún más, con la inevitable consecuencia de seguir agravando la ya crónica emergencia social; lo que vuelve a incrementar la necesidad de más recursos y así a profundizar la espiral.
Es en este contexto donde las diferentes fuerzas políticas hacen sus propuestas electorales, y la forma en que se proponen enfrentarlo permite una primera evaluación de su capacidad para combatir la pobreza.
Una versión renovada del justicialismo propone afectar el IVA para bajar los precios de la canasta básica, lo que sin duda aliviaría la situación de algunos sectores sociales, pero dejando intactas las condiciones que llevan al mencionado círculo perverso del estancamiento y la pobreza. No se habla de incentivar la producción ni de quitar las trabas corporativas que impiden su realización.
En cuanto al kirchnerismo, basa su campaña en críticas a la política oficial sin reconocer errores en su desempeño reciente, lo que permite entender que insistiría con su política de subsidios, planes sociales y combate a la burguesía en general y al campo “oligárquico” en particular, con lo que el círculo perverso se reafirmaría mientras caminaríamos seguros hacia una nueva Venezuela.
Desde una perspectiva más radical, la izquierda propone una jornada laboral de no más de seis horas y salarios superiores a los 20 mil pesos, lo que parece de una legitimidad incuestionable. Sin embargo, dada su ideología anticapitalista debiera esperarse que su política económica tienda a cuestionar a la empresa privada para privilegiar la producción en manos del Estado, el que garantizaría esos niveles de vida. La experiencia cubana no ayuda a evaluar positivamente esta propuesta.
En cuanto a Cambiemos, su propuesta busca combatir la pobreza removiendo los obstáculos responsables del estancamiento económico, con una reforma fiscal que alivie el peso de los impuestos sobre la producción; la incorporación de la productividad a los convenios laborales; y una modernización del Estado que sea puesta al servicio de una economía con alta productividad y competitividad, respetando los derechos laborales y el medio ambiente.
Nuestra cultura política asocia estas propuestas a postulados propios del neoliberalismo; por eso resulta de mucha relevancia la incorporación del Movimiento Social por la República, presidido por Héctor Toty Flores, como la “pata social” dentro de Cambiemos. La trayectoria de este dirigente social, fundador de la prestigiada cooperativa La Juanita, puede ser un reaseguro de peso contra posibles desvíos neoliberales de esta propuesta.
*Sociólogo.