Rescataremos acá sólo retazos de los pronósticos de las primeras horas posteriores al triunfo de Donald Trump. Los temores a un rebrote proteccionista, la extraña felicidad que embarga a los industriales argentinos al entrever una devaluación del peso que los ayude a exportar y una retracción de las importaciones en la Argentina.
Pero también advertiremos que la falta de un pronóstico certero tomó por sorpresa al gabinete, que sumía sus políticas en un equilibro de bajas tasas de interés internacionales para financiar inversiones, incremento del comercio global y apreciación del peso.
Los análisis en estos días pusieron en el centro de la discusión y pronósticos al triunfo del polo creación de empleo interno en los EE.UU., encarnado por el “industrialista” Trump, versus la lógica de relocalización y ganancia financiera que desplegó Barack Obama. Y campea una suposición de cambio abrupto de condiciones que sobrevendrá con la nueva administración republicana. Posiblemente antes y ahora triunfe la lógica del capital. ¿Qué habrá cambiado, entonces, en los EE.UU.?
La politóloga Eugenia Mitchelstein cita a la titular de Cippec, Julia Pomares, para explicar que la mayoría de los análisis previos a las elecciones, que daban como ganadora a Hillary Clinton, ignoraron que Obama no logró reducir la creciente desigualdad en los EE.UU. Y si se atiende a ese dato, a la relevancia de la desigualdad en los resultados electorales por sobre los factores morales, éticos, culturales (donde Clinton hizo hincapié), es posible repensar pasado y futuro de la Argentina. ¿Habrá sido que era la desigualdad y no la inseguridad ni la corrupción lo que finalmente inclinó la balanza en favor de una renovación? Raro pero posible.
Un especialista del Banco Central involucrado en las discusiones académicas y estratégicas del G20 explicaba recientemente que en el mundo existe un debate acerca del “crecimiento inclusivo y la prosperidad compartida”. En esencia, el mundo está mejor que hace décadas o centurias, pero cada paso que da la humanidad también deja en el camino a multitud de gente. ¿Es posible que toda la población del mundo avance al mismo tiempo? En apariencia, no, pero el debate ideológico está a la vuelta de la esquina.
El concepto vuelve cuando se escucha a los funcionarios hablar de las reformas necesarias mientras, al mismo tiempo, las ayudas sociales no alcanzan a reparar los estragos de la inflación en los más apartados del sistema. Es el caso de la energía, sobre la cual no hay duda que deben actualizarse las tarifas, pero que podría llevar a grandes grupos a una nueva categoría social: la de pobres energéticos. Se verá ese impacto en el primer trimestre del año que viene y en el próximo invierno, cuando las facturas de los servicios azoten a los sectores medios.
Fotos. El Gobierno deberá lidiar con la foto de la pobreza que le dejó el observatorio social de la UCA. Y habrá que ver si llega para las elecciones a impulsar la actividad de forma tal que la reactivación económica derrame a los bolsillos. Si no, se profundizará la desigualdad social que dejó el gobierno de Cristina Kirchner. Y posiblemente la factura social no repare en ideologías, y castigue al Gobierno en las urnas.
La otra foto es la de dos espadas de la economía “timbreando” en el Gran Buenos Aires. El presidente del Banco Nación, Carlos Melconian, y del ministro de Economía bonaerense, Hernán Lacunza, compartieron acciones en Ituzaingó. Entre chorizos y morcillas, auscultaron (según se informó oficialmente) las necesidades de los vecinos. En términos generales, uno tiene a disposición la principal entidad financiera del país, el otro, el primer presupuesto geográfico del país. Para el Nación, el desafío es hacer llegar el financiamiento a la producción, algo que todavía, salvo el campo, calzado con exportaciones en divisa, no ha despegado. El otro, lograr poner en marcha la actividad económica en el principal distrito del país, con mayores necesidades sociales. ¿Le dará aire la economía a la política?
Envión. Mientras tanto, el Gobierno sigue ilusionándose con el blanqueo de capitales. A los cálculos de los especialistas se suman testimonios que revelan otra situación desconocida, no medida por las encuestas, como en los EE.UU. Un empresario agroindustrial de primera línea relataba cómo su firma se transformó, a pedido de decenas de pequeños y medianos productores proveedores de grano, en un flamante asesor impositivo para el blanqueo. Pusieron contadores a disposición de los proveedores, que presentaban sus casos de disposición a exteriorizar de a US$ 10 o 20 millones, forjados en años de altos precios de commodities y baja formalización de la economía. Cifras imprevisibles, como los resultados de las últimas elecciones en todo el mundo. Como el futuro social del país, sometido aún a profundas desigualdades.