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Entre el cinismo y el aspaviento

Qué esperar del próximo presidente de Brasil

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En una semana Brasil elegirá presidente. Aécio Neves (PSDB) llega al segundo turno con el 33,55% de los votos y Dilma Rousseff (PT) con el 41,59%, pero muchas encuestas los colocan en un empate técnico. El mundo entero estará atento a estos comicios, pero salvo algunos vecinos menores, ningún país será tan sensible a su resultado como la Argentina.

La coyuntura ha dividido al público argentino entre cínicos y aspaventeros. Los primeros resaltan el poder burocrático de Itamaraty y citan a diplomáticos para asegurar que no habrá cambios y que ambos candidatos son farinha do mesmo saco (harina del mismo costal). Los segundos enfatizan el poder presidencial y se basan en las declaraciones de candidatos y militantes para asegurar que la política exterior puede cambiar radicalmente de acuerdo con el color del partido victorioso. Sólo hay acuerdo en que la política exterior se encontrará en algún punto entre los programas de Dilma y Aécio.

El programa de la candidata del PT atribuye fundamental importancia a la inserción de Brasil en un mundo multipolar a partir del Sur, señalando que la atención seguirá enfocada en América del Sur, América Latina y el Caribe, priorizando el fortalecimiento del Mercosur, la Unasur y la Celac. Por el contrario, la propuesta del candidato del PSDB es reevaluar la integración regional, revertir la parálisis del Mercosur, revitalizar sus objetivos primigenios y flexibilizar sus reglas para avanzar en las negociaciones con terceras partes. Además, Aécio ha prometido reexaminar la centralidad estratégica del vecindario en pos de una política exterior más diversificada y orientada hacia el Norte.

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Efectivamente, las propuestas son diferentes, pero a partir de enero de 2015 el presidente deberá sopesar su visión con la de otros actores e instituciones. Estas elecciones han ilustrado dos características importantes del sistema político brasileño.

En primer lugar, la suerte de Marina Silva (tercera en los comicios) es reveladora de las avenencias entre tucanos (PSDB) y petistas (PT). Desde que la muerte de su compañero de fórmula catapultó a Marina al segundo lugar en las encuestas, tanto Aécio como Dilma desataron una campaña tan feroz como efectiva en su contra. Los pronósticos de quienes vieron en Marina un nuevo Collor de Mello fueron errados, revelando que dos décadas después la elite política brasileña no deja espacio para outsiders ni cambios radicales.

En segundo lugar, el Congreso brasileño estará más balanceado. En diputados, el PT perderá 18 bancas, aunque seguirá siendo la primera minoría. En senadores, los tres principales partidos brasileños han perdido, pero la brecha entre ellos se redujo y sus bancas se repartirán entre la coalición de gobierno y la opositora. Más aún, las elecciones corroboran que Brasil cuenta con un sistema de partidos crecientemente institucionalizado: los partidos ganan cantidades similares de votos, pocos desaparecen y los votantes se acostumbran cada vez más a ellos.

Sin embargo, el presidente goza de un amplio margen de maniobra frente a estos actores e instituciones. En el pasado reciente, todos los mandatarios brasileños han implementado una diplomacia presidencial diseñada a la medida de sus preferencias ideológicas e intereses personales. Más aún, siguiendo a Andrés Malamud, existe un consenso en que la voluntad de los jefes de Estado ha sido determinante en la creación y subsistencia de instituciones como Mercosur y Unasur.

En suma, no deberían sobreestimarse las declaraciones de diplomáticos ni de militantes, quienes comercian con los discursos de la continuidad y el cambio, respectivamente. Lo determinante será la puja entre el próximo presidente electo del Brasil y un sistema político cada vez más estable que limitará y moderará su programa en materia de política exterior.

*Máster en Relaciones Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella y docente en la Universidad Católica Argentina.

**Máster en Política Comparada, London School of Economics.