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¿Qué quiso decir el papa por una bandera blanca?

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Llamado. “La propuesta del papa Francisco es en concreto una propuesta para iniciar un diálogo”. | AFP

La bandera blanca es una costumbre que se viene usando desde hace varios siglos para civilizar la guerra, y fue recogida por las Convenciones de Ginebra.

Cuando se presenta un emisario con esta bandera, la regla dice que su integridad física debe ser respetada y no puede ser tomado prisionero. La bandera blanca puede implicar la transmisión de un mensaje, que puede ser un ultimátum, una propuesta de tregua o plantear el inicio de una negociación.

A veces la bandera la levanta quien va ganando. Lo hace para intentar abreviar la guerra y la consecuente pérdida de vidas. Un seguro triunfador puede intimar a la parte más débil a que se rinda en forma incondicional para evitar prolongar el conflicto inútilmente.

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Históricamente, en la mayoría de los casos, la vida del portador de la bandera blanca fue respetada. Puede suceder que se espere una respuesta a una propuesta. En esta circunstancia, quien transmite la respuesta también porta la bandera blanca.

Son múltiples los ejemplos en la historia en los cuales la bandera blanca fue el inicio de propuestas de paz exitosas, de rendiciones atenuadas o de treguas de diversa duración.

Levantar la bandera blanca implica un cese del fuego para su portador y el inicio de un espacio de diálogo que, como mínimo, se transforma en una respuesta de aceptación o rechazo.

De acuerdo a ello, la propuesta del papa Francisco no significa una rendición ni mucho menos. Es en concreto una propuesta para iniciar un diálogo, aunque sea mínimo.

Es lo que un año y medio atrás, en noviembre de 2022, planteó el entonces jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el general Mark Milley. Es también lo que en noviembre de 2023 propuso el todavía jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, el general Valeri Zaluzhny. Los dos señalaron en distintos momentos que la guerra se encontraba estancada y que no podía decidirse militarmente, y por ello era necesario abrir negociaciones.

La propuesta de estos generales fue ignorada por ambas partes y cayó en el vacío en gobiernos y diplomáticos, pero no fue confrontada, como ha sucedido ahora con la del Papa.

Es sorprendente que jefes de Gobierno y ministros de Relaciones Exteriores, especialmente de Europa, hayan no solo rechazado, sino condenado, la propuesta de bandera blanca del Papa, asimilándola a una rendición, lo que en modo alguno es. El secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, quizás el civil más involucrado en la conducción de la guerra, al igual que la mayoría de los funcionarios europeos, también cuestionó los dichos del Papa.

Las propuestas de las últimas semanas parecen reducidas a “armas, armas y más armas”, como mensaje para que se acelere la provisión de pertrechos a Ucrania. Quizás haya algo más que decir.

En el conflicto entre Rusia y Ucrania se ha registrado un rol muy bajo de la diplomacia. Algo similar, aunque más entendible por las características del conflicto, se ha dado en Gaza. Pero el diplomático siempre debe trabajar para que el diálogo esté abierto.

Europa es la región del mundo donde se registra el menor porcentaje de habitantes que están dispuestos a ir a la guerra por su patria: no llega al 30%. No se puede explicar entonces el rechazo al Papa para satisfacer a la opinión pública. Asimismo, solo el 10% de los europeos cree que Ucrania puede ganar la guerra.

El rechazo a los dichos del Papa es una reacción de las élites gobernantes, que parecen haberse militarizado más que los propios jefes que conducen las operaciones, que son más conscientes de las pérdidas humanas que está generando esta guerra.

La diplomacia siempre debe trabajar e intentar lo imposible, porque de ello algo puede derivar. Es una tarea incesante que a veces, en forma inesperada, puede encontrar una rendija por la cual avanzar. Pero en paralelo, los militares tienen que seguir tratando de ganar la guerra.

*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.