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sinsabores

Quejas al diario

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

¿Pero es que nadie va a compadecerse, aunque sea un poco, de los empresarios de autopartes? De ellos y de esos otros que, en otros rubros, también avisan que la están pasando muy mal. Leo en el diario sus asiduas quejas. Porque ellos bien quisieran “tomar gente” (¡qué más quisieran!), y no los dejan; bien quisieran “generar empleo” (¡qué más quisieran!), y se lo impiden. Así no hay filantropía que aguante. No los dejan despedir, no los dejan suspender, los conminan a indemnizar doblemente: ¡puros palos en las ruedas! ¿Cómo pretenden que “den” trabajo, si no pueden también quitarlo? ¿Cómo quieren que “tomen” personal, si no pueden también echarlos así sin más a la calle?

Se suman los impedimentos a lo largo de la historia. La jornada de ocho horas vino a complicar visiblemente las cosas, porque obligó a dar menos trabajo que en las dichosas jornadas de doce o de dieciséis (más horas, más trabajo: son datos, no opinión). Por no hablar de ese otro capricho, el de las vacaciones pagas (¿en qué quedamos, entonces, qué es lo que hay que dar: trabajo o vacaciones? Es todo un contrasentido). Si algún trabajador, bajo tales condiciones, sucumbe o desfallece, muy fácil: se pone a otro. Y de ese modo no tendrá límites la satisfacción empresarial de ofrecer nuevos empleos.

La Asamblea de 1813 aportó su granito de arena también, allá en los albores, con el asunto de la libertad de vientres. Es más fácil dar trabajo si es a cambio de un mendrugo y hay ayuda de grilletes; es más fácil garantizarlo si pasa directo de padres a hijos, como cualquier otra heredad; se obtiene un mejor rendimiento apelando al latigazo pedagógico, pues persuade al que ejecuta el trabajo y quita tensiones al que generosamente lo brinda.

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El restablecimiento de la ley de pernada no vendría mal como estímulo genérico, ya que contribuiría a flexibilizar y con eso a promover conchabos. Claro que, con los vientos que soplan, no cabe alentar mayores expectativas al respecto, al menos por ahora. A jorobarse: crecerá la desocupación y seguiremos fuera del mundo.

¡Qué arduo que es ser empresario, qué cúmulo de sinsabores conlleva! ¿Cómo entender, entonces, que a tantos dirigentes sindicales los tiente tan fuertemente el convertirse en empresarios ellos mismos? Manteniendo su cargo inicial para la defensa de los explotados, se hacen empero explotadores. ¿Por qué será? Supongo que por vocación de sacrificio.