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tragedias

Quién te dijo que te estoy mirando

Mirada 20240323
La mirada | Unsplash | Ryoji Iwata

Dos mujeres se trenzan en el subte. Voy sentada frente a la que inicia el conflicto. Qué mirás. Qué mirás vos. Yo miro a donde quiero. 

El intercambio sube de tono y yo dejo el celular para entender qué pasa. Si no te gusta mi cara cambiate de vagón, prepotea una. No me cambio una mierda, responde la otra, envalentonada. 

El pasaje está atento al entredicho que en pocos segundos deviene escándalo. Miro a los hombres del asiento contiguo, a las chicas al otro lado de la puerta de acceso, al alumno que permanece atónito. Nadie se mueve ni interviene, pero tampoco nadie vuelve a lo que estaba haciendo. En el aire hay un tufillo a que “continuará”. Por unos segundos se instala un silencio de tensa calma. 

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Las mujeres siguen mirándose. Una es más tilinga que la otra. La que inició el alboroto tiene un moño en la cabeza y está muy maquillada. La otra se ha decolorado de un rubio lavandina que se destiñe blanco sobre las puntas. 

Te dije que pares de mirarme, ¿no entendés? Y quién te dijo que te estoy mirando. De pronto, la que tengo enfrente hace un movimiento brusco y sale hacia donde está la otra. Hay una mínima fracción de segundo entre esa acción y mi reacción. Voy a frenarlas, estas se matan. O puede que no haya mediado pensamiento alguno en esos instantes, aunque después crea que han sido miles. Qué les pasa a estas dos, cómo se van a ir a las manos por algo así. ¡Paren, pará, calmate! Agarro del brazo a la que tengo más cerca. Ella se suelta de mí y comienza a actuar. La línea de texto que le devuelve la otra abre un tema familiar. En ese instante, de pie, con la mochila en el regazo y la voz lanzada ya sin retorno, noto que se trata de una representación, que la violencia era apenas un pase de comedia. 

Vuelvo incendiada a mi lugar. Yo también me la creí, me dice un chico que intenta diluir mi vergüenza en una breve conversación. No hay dudas de que son buenas actrices, le respondo. Pero me quedo pensando en lo latente del horror, en lo poco nítidos de los bordes entre realidad y ficción, en cómo nos afecta el exabrupto del RT de cada día, el grito del león, la burla constante y la ironía de ciertos actos que intentan pasar por acciones de gobierno, en la brutalidad de los tachos de basura convertidos en baños que van corriendo ciertos límites y que hemos estado naturalizando casi sin darnos cuenta. También parecen escenarios, diálogos, escenografía, pero al revés del evento del subte, no lo son. La tragedia griega de nuestra realidad de cada día.