Racing empezó 2023 igual que como terminó 2022: ganándole a Boca y saliendo campeón. Habrá quienes relativicen estos dos triunfos –el del Trofeo de Campeones y ahora el de la Supercopa Internacional Al Ain–, habrá quienes los exageren, pero la única verdad es la realidad: el que festeja, el que se saca la foto con la copa, los carteles, los papelitos y las letras corpóreas es Racing. El Racing de Fernando Gago.
Es el mismo Racing que defraudó en la definición de la última Liga Profesional, porque tenía el torneo servido en un penal y lo erró, pero también el que supo reponerse de ese golpazo y diluir el enojo de sus hinchas con dos partidos resilientes: primero contra Tigre –perdía 2-0 y ganó 3-2 en el alargue– y después contra Boca en San Luis, en un final patas para arriba, con el campeón de la Liga yéndose antes por sus expulsados, y el segundo desahogándose.
Lo de ayer en Abu Dhabi fue distinto a lo de San Luis, porque no hubo expulsados y muy poca rispidez, pero también terminó con polémica por el penal que dio Rapallini en el último minuto: Sandez va al piso y la toca con la mano, aunque no hay unanimidad en si la decisión fue acertada o errada. ¿Amplía el volumen de su cuerpo, como menciona el reglamento? Sí, porque la mano está arriba de su cabeza. ¿Había manera de evitar el toque cuando se desliza en el piso y le pega en la mano luego de un rebote? No.
El que pateó el penal fue Piovi, y por un momento el morbo se adueñó en esa escena final del partido: Racing volvía a tener un torneo a tiro de penal, y encima el que iba a patearlo era uno de los jugadores que pidió patear contra River –“dejame que le rompo el arco”, dijo Piovi antes de que Galván agarrara la pelota y diseñara una de las tardes más tristes y decepcionantes de la historia académica.
Pero todo eso pasó. Y ayer la historia terminó bien –o al menos bien para Racing. Piovi le rompió el arco (por eso Javi García se quedó quieto: porque intuyó que podía ir fuerte al medio) y Racing levantó su 39º título, de los cuales 15 son copas nacionales como ésta. Porque la Supercopa Internacional que se juega en Abu Dhabi es una copa nacional argentina, solo que el negocio y los petrodólares de ese emirato confunden un poco todo.
Lo cierto es que Racing ganó, y que lo mereció. Porque el penal embarulló el final, pero el desenlace de la noche premió al equipo que tuvo mayor presencia ofensiva, principalmente en la parte inicial por el buen trabajo de Maxi Morález –que desterró en apenas unos minutos el temor a que volviera lento y viejo–, Nicolás Oroz y Johan Carbonero.
Como sucedía cuando brillaba en Gimnasia y Esgrima La Plata, el colombiano no corre: va sobre patines. El primer gol de Racing lo comprobó: tras una asistencia exquisita de Moralez, superó en velocidad a la defensa de Boca y definió a un palo para lograr un empate rápido, clave para que Boca no reforzara un esquema defensivo tras el bombazo de Roncaglia que lo había puesto en ventaja.
Después de eso hubo paridad, pero Racing siempre intentó más: por eso fue merecido ese triunfo sobre el final, y ese festejo a 13 mil kilómetros del Cilindro de Avellaneda, la tierra a la que volverá para intentar lograr este año, los títulos que consiguió hace tanto.