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Acercamiento

Ratzinger y la civilización norteamericana

Desde el amanecer de la República, la búsqueda de la libertad por los Estados Unidos estuvo guiada por la convicción de que los principios que gobiernan la vida política y social están íntimamente ligados a un orden moral basado en el dominio de Dios, el Creador”, afirmó Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) al ser recibido esta semana en la Casa Blanca.

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Desde el amanecer de la República, la búsqueda de la libertad por los Estados Unidos estuvo guiada por la convicción de que los principios que gobiernan la vida política y social están íntimamente ligados a un orden moral basado en el dominio de Dios, el Creador”, afirmó Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) al ser recibido esta semana en la Casa Blanca.
Agregó Ratzinger: “En el proceso histórico que forjó el alma de la nación americana, las creencias religiosas fueron una inspiración constante y una fuerza rectora, como se manifestó en la lucha contra la esclavitud y en el movimiento por los derechos civiles”.
El presidente George W. Bush recibió al Papa con los siguientes términos: “EE.UU. es el más innovador, creativo y dinámico país del mundo, y al mismo tiempo está entre los más religiosos. Es una nación completamente moderna y que, sin embargo, está guiada por las más antiguas y eternas verdades de la fe”.
“EE.UU. no tiene una ideología; es una ideología”, señaló Gilbert K. Chesterton. Por un lado, es el único país avanzado sin pasado feudal que, desde su origen, desplegó en su inmenso espacio vacío todo el extraordinario potencial –en términos de innovación y productividad– de la acumulación capitalista.
Por otro, es el único entre los países de avanzada en que la modernización y la racionalización inherentes a la acumulación capitalista no implicó una secularización generalizada.
Al contrario, al desplegar plenamente su capacidad tecnológica y convertirse en la primera economía de la información del mundo en los últimos 16 años, y lograr su apogeo en la empresa histórica de la modernidad, EE.UU redescubre sus raíces, que son religiosas.
“Frederick Douglass, Abraham Lincoln (…) y Martin Luther King –en verdad, la inmensa mayoría de los grandes transformadores de la historia norteamericana– no sólo estaban motivados por la fe, sino que usaron repetidas veces el lenguaje religioso para defender sus causas (…) nuestra ley es por definición una codificación de la moralidad, en su mayor parte fundada en la tradición judeo-cristiana”, señaló Barack Obama.
Este es un momento histórico en que la globalización ha completado su primera fase, en la que EE.UU. ha dado un ciclo completo en la revolución tecnológica y ha traspasado los límites de la modernidad, y ya está más allá de ella. Ahora los países que arrastran el crecimiento de la economía mundial son los emergentes, encabezados por China.
Surgió en los últimos tres lustros una sociedad planetaria, fundada en la técnica y en el impulso constante del aumento de la productividad, el hilo rojo que recorre la historia del capitalismo y del mundo moderno.
Mucho más que la política, es la revolución tecnológica la que empuja hoy al mundo a su unificación. Es el frenesí de la técnica desencadenada, en la que el tiempo le ganó la carrera al espacio y se transformó en instantaneidad; la que lleva la modernidad a su apogeo y también más allá.
Este “más allá” es Estados Unidos. “No es que EE.UU sea el futuro del mundo, sino que es el país del mundo donde el futuro llega primero”, advirtió Alexis de Tocqueville.
En ciertos momentos históricos, cuando un ciclo largo se ha cumplido y otro se apresta a emerger, la historia profunda se hace en el nivel de los valores.
Juan Pablo II viajó a Polonia en junio de 1979. En nueve días y cuarenta mensajes, nada dijo sobre economía, política, el régimen comunista o su dependencia de Moscú.
Sólo habló de la historia de Polonia y de sus raíces y de su cultura hondamente religiosas. Unicamente le propuso al pueblo polaco la restauración de su verdadera identidad.
Diez años después caía el Muro de Berlín y doce años más tarde se desintegraba, por implosión, la Unión Soviética.
“En el imperio planetario del hombre organizado técnicamente alcanza la subjetividad humana la cúspide suprema”, señaló Martin Heidegger; pero a partir de allí, en el momento del triunfo pleno de su libertad instrumental, se redescubre uniforme, instantáneo y lo que es peor: trivial.
El núcleo de la época –“más allá de la modernidad”, en primer lugar en EE.UU– es la técnica y el núcleo de la técnica es la cultura.
¿Qué cultura? La de la subjetividad humana plenamente realizada. Para los ciclos largos, en que comienza una etapa histórica, se requiere una “gran política”, que en el momento actual de alcance planetario. Por eso, ésta es una época de “guerra espiritual”, en donde la puja suprema es por los valores y en torno a ellos, porque allí está el poder.
Este viaje de Ratzinger, que sabe que no hay restauración posible frente a la modernidad realizada, es el encuentro –y el choque– entre un mensaje de trascendencia y el país que no se encuentra en la frontera del sistema, porque lo traspasó.

*Analista internacional.