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Me piden que deje de escribir sobre presos y seguridad porque son temas que ahuyentan al lector, no interesan a nadie, son tristes, grises, amargos y plantean cuestiones insolubles. Son temas que no se disuelven en la sopita que alimenta por igual a las ideas progres y retro, convirtiéndolas en el bolo alimenticio que nutre sus disposiciones electorales.

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Me piden que deje de escribir sobre presos y seguridad porque son temas que ahuyentan al lector, no interesan a nadie, son tristes, grises, amargos y plantean cuestiones insolubles. Son temas que no se disuelven en la sopita que alimenta por igual a las ideas progres y retro, convirtiéndolas en el bolo alimenticio que nutre sus disposiciones electorales.

Dentro de pocos meses habrá que votar. Pero los argentinos estamos casi eximidos: prácticamente nadie fue multado ni penado por desobedecer a las últimas convocatorias y no quedan reparticiones oficiales ni entidades bancarias dispuestas a perder tiempo verificando la presencia o ausencia de un sellito en el documento de identidad. Sería cruel que lo hicieran, porque siempre hay trescientos mil ciudadanos esperando su documento. Hay regiones donde se espera hasta catorce meses. Sucede en zonas donde casi todo se demora eternamente, como la lluvia. Ni progres ni retros tienen una respuesta ideológica a la sequía. Para eso, como para las cuestiones de la justicia, la inseguridad, de la corrupción administrativa y política, del infierno de las cárceles y ahora también de las de los glaciares y de las minas a cielo abierto, unos y otros parecen estar esperando que llueva y, con curiosidad de meteorólogos, miran en la tele y las imágenes del diario el comportamiento de sus nubes: la “dirigencia”, sus partidos, grupos y agrumamientos sociales desde donde aguardan que caigan las benefactoras gotitas del sentido de las cosas.

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Ahora aparecen en la Capital decenas de gigantografías del empresario De Narváez, candidato neoperonista de la Provincia. ¡De Narváez terminará con la inseguridad! ¿Habrá que esperar que Mauricio y Gabriela terminen su mandato dejando una nueva camada de ñoquis y la ciudad tan insegura como siempre para que los políticos imaginen promesas menos mentirosas?

Vayamos a la realidad. Estoy releyendo La realidad, nueva novela de Sergio Bizzio que me llegó hace un año. Es la historia de un posible encuentro entre la realidad mediática, el fraude de la producción televisiva y la realidad-real, eso que roe todo imaginario porque es la política como pura acción, sin concertaciones ni gestiones. Bizzio fascinó con sus novelas Rabia y Era el cielo, llevando a muchos a preguntarse qué estuvo haciendo durante sus décadas de guionista y productor de chatarra audiovisual. La novela nos responde: acopiaba información, acumulaba la rabia indispensable para entenderla e imaginar como un insider privilegiado. Realidad aparecerá en marzo con el título cambiado. Los editores suprimieron el artículo porque la expresión “la realidad” titula una obra registrada por ¡Mariano Grondona!