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guerra de candidaturas presidenciales

Realismo mágico en el oficialismo

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Todo roto. Alberto F y CFK, en el último acto que compartieron. | Juan Obregón

Ejemplo de cabal demócrata: Alberto Fernández. Como Presidente, ansía la reelección y, al mismo tiempo, tolera y asimila que varios de sus adláteres ministeriales aspiren a la misma candidatura. Ni los discute como rivales, como si fuera una competencia libre. Nunca visto este fenómeno modélico, irregular y asombroso, inhallable en otros gobiernos y en otros países.

Producto de la debilidad extrema mas que del poderío: donde germina una flor, el generoso Fernández promueve un vasto jardín. Ni que hubiera leído el anacrónico Libro Rojo. Coparticipa a los prójimos más cercanos de su gabinete, supone que la exitosa fiebre oficialista se expande por todo el país, imbatible. Y que todos sus acompañantes merecen un premio por la gestión. Más que un cuento fantástico, interpreta el realismo mágico iberoamericano.

Si alguien considera un desatino de Alberto ese pensamiento frente a la realidad, justo es admitir que el resto de los candidatos del equipo beben en la misma fuente onírica: se lanzan hasta la victoria final su vice Cristina Fernández de Kirchner, su ministro del Interior Wado de Pedro, su embajador en Brasil Daniel Scioli, su ministro de Economía Sergio Massa, su jefe de Gabinete Agustín Rossi (también su antecesor en el cargo, Juan Manzur) y como un elemento femenino a no prescindir se inscribe a la titular de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz.

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Dice hoy Cristina que se resiste a la candidatura pero aguarda los clamores públicos

Uno imagina que cada soñador oficialista cree que merece una cocarda por vencer la inflación, mejorar el poder adquisitivo, garantizar la circulación y la seguridad ciudadanas, haber alcanzado un récord con el riesgo país, entre otros logros. Como si fuera la fiesta de cumpleaños en Olivos en medio de las clausuras por el covid. Otro mundo el mágico.

Compite la propia Cristina si su rebaño adicto logra convocar multitudes en las plazas públicas para que vuelva de donde no se fue. Setentista, en todo sentido de la palabra, la dama estima que la movilización continua garantiza la cosecha de votos, otorga institucionalidad ganar la calle, como en el siglo pasado lo entendían los peronistas, la Junta Coordinadora Radical y hasta el mismo Galtieri convocando frente a la Rosada. Mismo criterio de la izquierda o de antaño la Ucedé por haber llenado la cancha de River. Obsoletos ante Lollapaloza o la convocatoria de la Selección, donde pagan por manifestarse. Al revés de los políticos.

Dice hoy Cristina que se resiste a la candidatura, pero aguarda los llamados públicos. Mientras, sigue en su mundo hablando del lawfare como lo hará este martes en el ex Correo Central. En esa penitencia temporal mantiene a Massa como heredero al sillón, quien tropezando con la economía se queja de que sus compañeros de Gobierno, al pelearse entre ellos, le dificultan la tarea y le quitan credibilidad. Usa otras palabras para reprochar.

Sin embargo, esa vulnerabilidad la consiguió por sí mismo, por una falla conceptual en el inicio de su función: no podía festejar, por ejemplo, si recorta el gasto y arregla con el FMI o reperfilar con los bancos. Esas medidas, como se sabe, van contra la naturaleza del cristinismo, cuya esencia es combatirlas. Ambos se contradicen, no los une el amor. Hace una semana, Massa parecía haber tocado el cielo al anticipar acuerdos de refinanciación. Hasta los opositores se alarmaban. Ahora mira las estrellas desde la ciénaga y más de uno habla de su renuncia. Hay razones.

La casquivana viuda le reprocha también falta de contundencia para enfrentar la devoradora inflación –que este mes quizá se dispare más alto que el diabólico 6,6%– y el Tesoro de EE.UU. (junto a países europeos) cuestiona al directorio del FMI por ser demasiado permisivo con la Argentina.

Volvió el rumor de la posible renuncia de Massa. ¿Negocia devaluación por sector con el FMI?

Para zafar de ciertos números apremiantes, el ministro se comprometería a un instrumento de tipo de cambio múltiple, alrededor de unas 20 cotizaciones preferenciales para el retrasado dólar, como el soja o el Malbec. Supone que oxigena. Es decir, una devaluación, palabra que resisten los oídos de Cristina pero no su estómago.

Ella necesita una fioritura, aún con riesgo de llamarada en los precios por el traslado a costos, para seguir apoyándolo; y él, para demostrar convicción en su ejercicio, ya cortó los puentes con una alternativa internacional que le permitiría dormir tranquilo si dimitiera: no irá a la codiciada vicepresidencia del BID, designa esta semana a una figura que será una sorpresa. Se mantiene entonces Massa en el catálogo exterminador de Cristina, como en su momento Boudou, Lousteau, Moreno, Kicillof o Alberto, a quienes les fue mejor cuando se alejaron de ella.

Volviendo a la hilera de postulantes miembros de la Rosada, otro del team es De Pedro, voluble delegado de La Cámpora y prestanombre de Cristina. No le alcanza, parece, a pesar de sus esfuerzos de figuración. Como tampoco al nuevo jefe de Gabinete, Rossi, quien se incluyó en la nómina con la misión de complicarle la vida a la vice en la interna y evitar cualquier dedazo femenino. Reemplazante de Manzur, quien se fue a pugnar la vice gobernacion en Tucumán y promete, él también, en anotarse a una promoción presidencial que persigue desde hace décadas sin que nadie se dé cuenta. Pertenece a la banda de Alberto, pero no tan contrario de Cristina como Rossi.

Se publicita otro insistente miembro del inventario a la máxima magistratura, considerado el  “hermano” de Alberto, un Scioli que en Brasil como embajador logra la rareza de almorzar con Lula y cenar con Bolsonaro sin que ninguno se indigeste ni pestañee. Habrá que reconocerle talento a ese pacifismo, también por el armado de exportaciones de crustáceos al país vecino por parte de empresarios amigos. Su aspiración está sometida a la altura que alcance la cañita voladora de Alberto y al infeliz reñidero si por último coteja fuerzas con Massa: deben ser las personas que más se odian en ese nivel partidario.

De Kicillof no se escribe: rechaza cualquier pretensión presidencial. Modesto, se quiere refugiar en la Provincia. Al revés de lo que piensa Máximo Kirchner: quizás a él le interese la Gobernación, finalmente es el titular del PJ.