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EL VERDADERO PESO DE LA LEY DE MEDIOS PARA LOS KIRCHNER

Rearmarse por izquierda

El rompecabezas de la actualidad sigue teniendo como pieza central la Ley de Medios. Y alrededor de ella se va acomodando el resto de los debates calientes.

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El rompecabezas de la actualidad sigue teniendo como pieza central la Ley de Medios. Y alrededor de ella se va acomodando el resto de los debates calientes. Mirando al Senado se puede parafrasear la duda de Hamlet y preguntarse: ¿pasa o no pasa? Esta instancia pone al kirchnerismo ante la disyuntiva de ser o no ser. Se abren dos escenarios casi antagónicos de acuerdo a lo que ocurra el 7 o el 14 de octubre en la Cámara alta. Si el oficialismo consigue la cantidad de votos suficiente y convierte en ley el proyecto sin tocarle una coma, consolidará su resurgimiento de las cenizas del 28 de junio y los Kirchner volverán a vender el producto de la transversalidad y de un proyecto de centroizquierda. Algo muy distinto puede disparar que los senadores voten en contra mayoritariamente en general y de inmediato lo condenen a un freezer de un año o que modifiquen algún artículo en particular y obliguen a que el despacho vuelva a Diputados. En ese caso, se abriría una grieta muy fuerte en la renovada imagen invencible del Gobierno, colocaría en fuga desordenada a los flamantes aliados y hasta podría resurgir la delirante y antidemocrática teoría de Emilio Pérsico: “Le tiramos el gobierno por la cabeza a Cobos y que se las arreglen”. La oposición apuesta a la utopía de repetir su noche inolvidable del voto no positivo de Julio Cobos en la 125. Los más realistas se conforman con modificar en particular el artículo con menor consenso, el 161, que se refiere al plazo de un año que les dan a los grupos para vender los medios que la nueva ley no les permita tener y que en Diputados consiguió solamente 107 votos.

Enrique Santos Calderón, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y director del matutino El Tiempo, de Bogotá, definió que el rol que jugará el Gobierno si se aprueba esta ley es el de Gran Hermano. Tal vez esa omnipresencia y poder para decidir todo o casi todo respecto a los medios sea la principal amenaza sobre la libertad de prensa. Si en última instancia sólo hace falta la firma del gobierno de los Kirchner para adjudicar una licencia, no hay dudas de en qué se van a recortar los espacios de autonomía para ejercer el periodismo. Si han sido capaces de cajonear hasta la autorización de una fundación para combatir la corrupción sólo porque la lidera Graciela Ocaña, cualquiera se puede imaginar cómo van a otorgar o denegar licencias de radios y canales de TV. El concepto maoísta de que el poder nace de la punta del fusil aquí se trasladaría a la punta de la birome K. Multiplicar las voces y las miradas es un objetivo pluralista, democrático y bienvenido. Pero ordenar qué voces pueden hablar y cuáles deben callar definiría un instrumento de censura intolerable.

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Hoy el debate tiene dos caras. Un interesante nivel de participación de los ciudadanos, tal vez más que en otros temas salvo el conflicto con el campo. En su contracara aparecen discursos crispados que dividen a la sociedad como no ocurría desde los dos últimos gobiernos de Perón. Esa es la carga de chavización más peligrosa socialmente. No la preocupación ideológica que tienen ciertos sectores de derecha. Chavización entendida como polarización social, como fragmentación creciente que empuja cada tema de conversación a estar con Dios o con el diablo. Es el asesinato del equilibrio, la ecuanimidad o el término medio. La eliminación de los matices. El que apoya la ley, aunque sea por motivos comprensibles y razonables, es acusado de kirchnerista autoritario dependiente de la pauta oficial y de los negociados oscuros con el Gobierno. El que critica la ley, desde la honestidad intelectual y por temor a las desmesuras, es estigmatizado como mercenario de Clarín, golpista y facho. Así es imposible edificar una tormenta de opiniones que enriquezca el proyecto y lo haga más beneficioso para todos. Surge una especie de discusión del tipo “teoría de los dos demonios”. Salvando las distancias y evitando odiosas comparaciones, porque aquí se habla de un gobierno democrático y legítimo y no de muertes sino de libertad de prensa, se puede asegurar también que el daño que puede provocar el Estado es inconmensurablemente mayor al de cualquier empresa privada, por más importante que sea. Es incorrecto reflexionar por este camino falso. Pero si la perversidad de un debate irracional y rencoroso lleva todo a esos términos binarios, no hay dudas que quien más puede atentar contra la libre circulación de información y de opinión es el poderoso aparato del Estado, puesto a premiar y castigar.

Este marco político dispara muchas preguntas técnicas sobre cómo quedaría el mapa de medios si esta ley se aprueba y se implementa (cosa que las presentaciones en la Justicia van a demorar) o si no hay modificaciones en el Parlamento que viene.

*¿Por qué la autoridad de aplicación no es (tal como sugirió la oposición) elegida con un mecanismo similar al que se aplica para designar los miembros de la Corte Suprema? Fomentaría transparencia, confianza y un salto cualitativo en la calidad institucional que se podría dar con semejante nivel de independencia y excelencia académica. Las licencias se adjudicarían sin arbitrariedades y sin que los gobiernos les puedan poner camisetas partidarias a la tele y la radio.

*¿Es razonable obligar a alguien a vender un canal o una radio en un plazo de un año cuando esas licencias no fueron robadas, sino otorgadas legalmente y prorrogadas por el propio ex presidente Kirchner? Este gobierno, que fomenta el capitalismo y el periodismo de amigos, ¿a quién ayudará a comprar a precio vil esos medios que saldrán a la venta y valdrán cada día menos?

*¿Qué motivo democrático y progresista sostiene la prohibición de que Cadena 3, Radio Continental o Radio del Plata, que es oficialista, no pueda ser escuchada en Córdoba o en Salta? ¿En qué manual de la diversidad dice que los canales de cable como Canal 26, América 24 o Crónica, que también es oficialista, no van a poder ser vistos en Tucumán o Chubut? A propósito dejé afuera a radio Mitre y TN, que pertenecen al grupo satanizado, pero que también tienen derecho a expresarse igual que los medios amigos del Gobierno en todo el territorio nacional. Muchas provincias tienen medios en manos de los gobernadores o de la familias del poder y pueden ser domesticados tal como hoy los Kirchner domestican con obras públicas a muchos de ellos. Basta estudiar lo que pasa en Santa Cruz. ¿Qué alternativa tienen en las provincias? ¿No puede establecerse una legislación que complemente y no haga competir deslealmente o en desigualdad de condiciones a los medios nacionales con los regionales?

*¿Cómo pueden afirmar que esos recortes de valor de los medios no van a producir despidos masivos de los trabajadores? ¿O vale lo mismo patrimonialmente Cadena 3 si llega a todo el país o solamente puede escucharse en Córdoba? ¿Y cuánto se devalúa su segundo de publicidad por llegar a menos gente y a menos territorio?

*¿Quién puede afirmar que los medios del Estado son públicos de verdad?

Conviene aclarar que hay vida política después de la Ley de Medios. Que la pelea por los liderazgos con miras a 2011 continúan aunque con mayor sigilo. La táctica de Néstor Kirchner, que el martes reaparecerá en un acto masivo en Lanús, es asociarse con los que mandan en cada territorio, gobernadores e intendentes del Conurbano, y tener como aliados permanentes a los diputados de centroizquierda. Y con esa fortaleza destruir a los potenciales rivales, caso Reutemann, Julio Cobos, Mauricio Macri e, incluso, Daniel Scioli. Para el caso de los compañeros de ruta de Néstor hay algunos cuestionamientos. Algunos gobernadores están tomando distancia lentamente. Son varios, pero pocos los que lo hacen en forma explícita. Das Neves, por ejemplo, que critica fuerte aunque sus legisladores voten por lo general con el Gobierno. Juan Manuel Urtubey, que dijo que si fuera legislador no votaría la Ley de Medios. El gran desafío estará en la ley de leyes, en el Presupuesto, que tiene que estar aprobado antes del 30 de noviembre y promete fuertes discusiones por los fondos coparticipables. Vencen varios impuestos importantes, entre ellos el del cheque y ganancias que son repartidos en forma muy injusta por la Nación. Esta será la gran oportunidad que tienen las provincias de recuperar el equilibrio que les hace perder tantos fondos que necesitan con tanta urgencia. Esta pelea por dinero puede abrir más grietas en la relación con Néstor Kirchner. Con la mayoría de los caudillos bonaerenses que no lo quieren la relación seguirá formalmente prolija mientras lleguen los fondos necesarios y no aparezca un claro liderazgo alternativo en el peronismo. En el caso de los aliados de la centroizquierda, ya empezaron a aparecer los primeros obstáculos. Claudio Lozano, como expresión de ese sector, salió con los tapones de punta contra el ministro Amado Boudou y hasta le hizo una denuncia en la Justicia. Respecto a una posible fórmula Kirchner-Binner, que figura entre los sueños de Néstor, el ministro de Gobierno del santafesino se encargó de cerrar todo tipo de posibilidades: “Hay cero chance”, dijo. De inmediato, los operadores del Gobierno hicieron trascender que Martín Sabbatella, otro de los referentes del progresismo, podría acompañar a Néstor en el binomio de la boleta electoral o ser el candidato a gobernador de una alianza con el Frente para la Victoria. El ex intendente de Morón también rechazó de plano esa posibilidad porque recordó que la estrategia de construcción de su espacio es independiente de los dos partidos mayoritarios. No descartan apoyos en el Congreso, tal como viene ocurriendo, si los Kirchner siguen enviando leyes con las que ellos están históricamente de acuerdo, como Medios, Aerolíneas o AFJP. Se habla de gravar la renta financiera y eso también los encontraría unidos. Otro dato de que el concubinato entre el Pingüino y la progresía no será tan fácil de implementar es la fiereza con que Julio Raffo se refirió a los Kirchner. Raffo es legislador electo de Proyecto Sur y la mano derecha (¿o izquierda?) de Pino Solanas. En una columna donde explica el apoyo a la Ley de Medios escribió: “No necesitamos tener un enfrentamiento coyuntural con el grupo Clarín para levantar y defender esta bandera, ni nos dejamos arrastrar nunca por el horizonte que beneficiara el negocio de las telefónicas, que participaron durante el menemato del saqueo del patrimonio nacional con la colaboración activa de los Parrilli y el silencio complaciente y cómplice de los gobernadores de entonces. No fuimos ni funcionarios ni aplaudidores de Menem y sus secuaces.No cargamos con el estigma de haber propiciado la prórroga ilegal e ilegítima de las licencias realizada mediante el Decreto 257 en las últimas horas del gobierno del presidente Kirchner”.

Eso está pasando en el campo de la construcción política kirchnerista, pero también hay movimientos en el rubro “destrucción” del rival, adversario o enemigo. A Reutemann, después del deterioro anímico que sufrió con el alejamiento de su compañera histórica, Roxana Latorre, lo tienen bastante resignado. A Daniel Scioli, después de aportarle dinero casi como una limosna y de que él anunciara que iría por la reelección para tranquilizar a Kirchner, le siguen haciendo trapisondas. Lo tienen atrapado y por ahora sin salida. Operaciones cotidianas que salen desde Olivos fomentan la idea de que Scioli hizo una mala gestión y que por eso perdieron en las elecciones y que la única manera de reparar ese daño es asumir como diputado y dejar a Alberto Balestrini en ese lugar.

El gran enemigo, porque es el que más chances tiene de vencerlo en las urnas en 2011, es Julio Cobos. Ya se puso en marcha el “operativo demolición”.

Varios medios y periodistas adictos comenzaron a atacar al vicepresidente de la Nación denunciando su buena relación con Clarín y con el Grupo Vila-Manzano en Mendoza. Las informaciones en general son ciertas, los adjetivos tendenciosos y no aparece la comisión de ningún delito. De todas maneras, cuando desde el kirchnerismo político o periodístico se fustiga a Cobos, se muestra una daga que tiene doble filo. Igual que al comienzo del gobierno de Néstor, cuando el castigado era Daniel Scioli. Todo lo malo que decían antes de Scioli y ahora de Cobos se les vuelve en contra. Lo que antes era bueno ahora se tranforma en malo. Son maniqueísmos y virajes bruscos difíciles de sostener. Por más malabarismos que se haga, hay piezas que no encajan tan fácilmente en ese rompecabezas K. La frase final de Julio Raffo también es demoledora porque avisa coloquialmente su convencimiento de que “el chorear no es progresista”.