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OPTIMISMO ECONOMICO

Rebote y sustentabilidad

Cabe preguntar si el “rebote” que se perfila en la economía argentina, interactuante con el que asoma a nivel mundial, puede ganar en sustentabilidad y en proyección temporal. Es el tópico del “repechaje con acople”, al que aludimos desde hace tiempo.

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Cabe preguntar si el “rebote” que se perfila en la economía argentina, interactuante con el que asoma a nivel mundial, puede ganar en sustentabilidad y en proyección temporal. Es el tópico del “repechaje con acople”, al que aludimos desde hace tiempo.
No se aspiraría a una versión de máxima, sino a una intermedia, atendible. El modelo competitivo productivo, asociado con el gran éxito de 2003(2002)-2007, se desdibujó y es difícil ahora reponerlo en su máxima potencia. Súmese el impacto de la crisis mundial, en momentos en que ese modelo no estaba a pleno (aunque sus “residuos” moderaron los daños). Tampoco irrumpió aún una propuesta orgánica.
Sin embargo, es posible cierto optimismo. Desde ya, muy condicionado. Dios quiera que no se dé una fricción política y social paralizante. La precondición para esa versión intermedia o “segundo mejor”, sería reestablecer mínimamente la coordinación –bajo una idea ordenadora- de políticas macroeconómicas, visible hasta 2004, luego debilitada y casi esfumada a partir de 2007.
¿Cuáles serían los requisitos al respecto? Por un lado, confirmar la visión de que la eventual recurrencia al mercado de capitales mundial no conduce a un apalancamiento sistemático en el ahorro externo, cubriendo cualquier déficit fiscal en ascenso. Más aún, repuntando la economía, el criterio debería tender a reforzar algo el superávit primario nacional –así reza el presupuesto-, con lo cual, las “urgencias” de tenor fiscal a nivel nacional (y provincial) deberían condensarse en prioridades respetuosas de dicho criterio. Sería plausible, para empezar, atender a lo que cita el Banco Central: pagamos intereses con el superávit fiscal y usamos el mercado de capitales para refinanciar vencimientos de capital.
Lo dicho debería empalmar con un planteo general de sincronización en el comportamiento de las diversas políticas y variables. Por ejemplo, el tipo de cambio real, clave para el crecimiento verificado, presenta hoy un nivel nítidamente debilitado con relación a la estricta referencia pro desarrollo. Sin embargo, mejoró algo con respecto al nivel precrisis. En lo inmediato, el Banco Central hace bien en sostener el dólar nominal. Pero, ¿cuál es la perspectiva?
La inflación importa mucho aquí. No deberíamos dejarla “a la buena de Dios”. Sería útil exponer una meta de inflación como indicador oficial veraz, que “mostrara”, aunque gradualísticamente, una cierta caída respecto de la inflación efectiva. ¿Para qué sirve una mención “optimista” de inflación –vgr, el 6% del presupuesto- que nadie cree? Claro: sin restituir rápido y en serio la credibilidad del Indec, estamos complicados. Por cierto, contar con una meta de inflación oficial exige explicitar las políticas dirigidas a su consecución, quizás, computando un rango acotado. Los valores de las distintas variables deberían tender a converger a esa referencia.
Lo ya señalado en materia fiscal y de deuda constituiría un primer pilar. Salarios, precios y tarifas deberían “bascular”, dentro de cierta gama sobria, en torno a la referencia clave citada. Por eso, es tan relevante la coordinación activa entre Economía y el Banco Central, remitiéndose las demás áreas a aquélla.
Con un enfoque dosificado pero claro de ordenación fiscal, sin facilismo respecto de la deuda, más la política de ingresos citada, es operable una administración cambiaria que tienda a preservar el nivel competitivo presente (no es el mejor, pero es aún aprovechable). Dañaría perder más paridad. Ya bastante pagaremos amargamente este punto en materia de desempeño del empleo.
En un marco como el descripto, el manejo de las tasas de interés por parte del Banco Central no debería enfrentar sobresaltos (ni caer en fuertes bicicletas financieras), a la vez que cabría contar con una monetización interesante. Por supuesto, hay recias asignaturas más puntuales: el nuevo régimen de las ART, el crédito a la inversión y cosas así.
De todas formas, existen chances –estrechas: el corredor es “angosto”- para que el rebote decante en sustentabilidad y en perspectiva inversora. Vale hacer el esfuerzo.

*Economista.

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