E n 1954, la Sra. Marion Keech, de Chicago, anunció a cuantos la quisieron escuchar que el fin de los tiempos se aproximaba y que los habitantes de un lejano planeta llamado Clarion le habían enviado un mensaje para que ella y sus seguidores se presentasen el 21 de diciembre a las 12 de la noche en un lugar determinado para abordar la nave. Docenas de personas se dieron cita esa noche para ascender a esta nave salvadora. Entre ellos el Dr. Leon Festinger, un prestigioso psicólogo ruso que no tenía la intención de abandonar laTierra, pero sí presenciar la reacción de la Sra. Keech cuando el plato volador no apareciese... La nave no apareció ni a las 12, ni a las 2 ni a las 4. Fue al amanecer cuando la Sra. Keech recibió el segundo mensaje de los alienígenas “Este pequeño grupo con su fe ha conmovido a Dios y de esta forma salvado al planeta”.
Marion Keech, que hasta entonces se había mostrado renuente, buscó frenéticamente a los medios para diseminar la buena nueva.
El Dr. Festinger llamó a este fenómeno disonancia cognitiva, que es la tensión mental creada cuando las convicciones de una persona se caen o demuestran ser falsas. Festinger sostenía que ante esta disyuntiva las personas se esfuerzan en generar nuevas ideas para reducir la discrepancia.
De esta forma, podemos explicar la perseverancia de los regímenes declinantes, de los comunistas frente a la caída del Muro de Berlín, de los nazis defendiéndose de los tanques soviéticos, de la profundización de las medidas económicas que parecían haber sido rechazadas el 28 de junio.
Pocas semanas atrás se fantaseó con un cambio de rumbo, con una apertura al diálogo. Sólo fue un amago, una gambeta como las que hoy vemos gratis por TV, gracias al último golpe de efecto del Ave Fénix patagónico, que ahora proclama su vuelta a las lides políticas con aspiraciones presidencialistas, redoblando la apuesta.
Avanzamos hacia “más de lo mismo” por este fenómeno descripto cuando un ama de casa se quedó sin el viaje espacial prometido.
*Médico y escritor.