Pasó Julio Nazareno y dijo que lo que está pasando en la Corte Suprema es un papelón. Si no fueran la última instancia de la Justicia argentina con implicancia en el manejo de la economía, la política y la seguridad, la pelea de unos señores grandes por la fotocopiadora del centro de estudiantes que estamos viendo en estos días en el cuarto piso del edificio de la calle Talcahuano podría ser para ver con pochoclos en el sofá en estos días festivos. Título: Los Supremos.
Claro, tendríamos que ir intercalando con los capítulos cotidianos de la versión que le falta a Netflix en sus sagas sobre los carteles de droga: Narcos Rosario. Balas sobre edificios públicos de parte de una banda hasta ahora incontrolable como Los Monos deberían ser el último llamado a la no naturalización de quizás el más grave de los problemas sin resolver en 35 años de democracia: el crecimiento del narcotráfico, con sus tentáculos asentados en el Poder Judicial, en las fuerzas de seguridad y, claro está, en las barriadas pobres.
El Indec brindó esta semana un par de informes que deberían ayudar a entender el marco social donde se cultiva el flagelo. El desempleo no se dispara, pero solo gracias a que lo hace el monotributismo precarizado, único item que salta por arriba del crecimiento vegetativo de la población. Y además: el 50% de los asalariados gana menos de 15 mil pesos por mes. Aun asumiendo que se subdeclaran ingresos en una encuesta, hay un universo de jóvenes que tiene que elegir entre la moto de Rappi o Glovo y la de los que reparten droga o tiran tiros por guita. El Pedidos Ya de las balas, dicen los que siguen el tema, paga mucho mejor que la salida laboral en auge.
Si con Los Supremos y Narcos Rosario el catálogo muestra lo que tiene de drama, aparece el género suspenso cuando se hilvanan algunas noticias de la última semana. Contó el periodista Hugo Alconada Mon en La Nación las tensiones en la Unidad de Información Financiera (UIF) por la decisión de exculpar al banco HSBC por no informar operaciones sospechosas de capos narco hace cinco años en nuestro país. Cualquiera que haya visto el acuerdo que el banco internacional firmó en Estados Unidos para cerrar la investigación que llevó a cabo la fiscal Loretta Lynch por sus operaciones de lavado en Ciudad Juárez notará que no son casos aislados. A propósito, un resumen habita en la serie de documentales Dirty Money. Sí, en Netflix.
Con la Justicia en modo internas palaciegas y el narcotráfico copando silenciosamente el Estado, la expresión “riesgo país” queda corta si los mercados financieros solo la usan para hablar de la capacidad y voluntad de pago de la deuda en la Argentina en los próximos años. De hecho, en algunas oficinas de brokers empiezan a aparecer concepciones más ampliadas, que incluyen lo que definen como problemas institucionales de manera elegante, o quilombo social latente de forma más llana.
Por ahora, sin embargo, en el Gobierno cruzan los dedos. Tocan madera y gozan por lo bajo de que llegaron al final de su último diciembre con más revueltas en la Corte que en los supermercados.
Y de hecho, una imagen les da la razón: las organizaciones sociales les tiraron un centro esta semana al protestar pidiendo que un canal apareciera en la grilla de Cablevisión, una semana después de que se conociera que hay más de 2 millones de nuevos pobres.
Con rivales así, es que el Poder Ejecutivo se anima a soñar con la reelección, y en algunos estamentos como el Banco Central hasta seducen con sueldos jugosos a los postulantes para la nueva gerencia de comunicación estratégica que están por cubrir. Como si tuvieran que enfrentar alguna turbulencia en algún momento.