El ejercicio de la profesión condiciona la conducta y el uso del tiempo. A un abogado, aunque cobre por hora, no se le exige la misma urgencia que a un médico o a un periodista. Alberto Fernández, aunque no transitó mucho por tribunales, dispone de otras pausas, se impone estrategias, los litigios son largos, los acuerdos, laboriosos.
Se supone que esa experiencia no es menor y que su tránsito como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner en una compleja negociación anterior, tal vez le haya servido para discutir hoy la deuda externa, constituida más en un estigma que en un enigma. Al revés, claro, de la prioridad del combate al virus, al que enfrentó con manu militari, casi de repente, con la cuarentena, de la cual está forzado a salir por una economía que se derrumba como en todo el mundo y, como en todo el mundo, inicia desde el lunes una flexibilización sometida a la prueba y al error. Puede apoyarse en la OMS, que advirtió que las cuarentenas no pueden durar más de un mes y medio por el daño que causan en la sociedad, no solo en la economía. Nada es fácil entonces: también algunos de la vecindad presidencial acumulan angustia, requieren asistencia, sufren por sus familias, por lo que deben firmar y por lo que no saben que llevan o traen a sus casas todos los días. Descarnado, sin partidismos, uno podría encuestar y preguntar: ¿qué país inventará la vacuna? ¿Estados Unidos, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Israel (que acaba de anunciar un anticuerpo que destruye al virus, aunque tardará algunos meses en aplicarse) o alguna otra potencia como Rusia o China? Aunque lo importante es que cure y no importe el origen, la lista de Nobel indica que los avances científicos provienen en su mayoría de una misma región. Es de imaginar el resultado entonces del muestreo, a menos que alguien –como en un reciente chiste español– prefiera salvar la ideología antes que el barco y la tripulación.
Negociación por la deuda | Las 10 lecciones de un resultado postergado
Con esa parte del mundo, neoliberal, capitalista e injusta, la Argentina participa con reservas, se inscribe con objetores del sistema que están en el sistema (Stiglitz, Sachs, Picketty), se escuda en un voluntarismo vaticano, confronta con socios inevitables (Brasil) y hasta protagoniza el discurso del Grupo Puebla que debe soñar con una revolución popular en los Estados Unidos. Además, como escribió en PERFIL el íntimo amigo de AF, Enrique Ominami, la megacrisis del coronavirus quizás habilite otra renovada etapa fundacional en el mundo y la sucesión de defaults podría encubrir a uno de los primeros en ciernes, la Argentina (hoy junto al Líbano).
El ministro Guzmán hizo una oferta unilateral y ahora dice que negocia con acreedores hostiles que, a su vez, juran que el funcionario los maltrató y no les atendía el teléfono. Temas de egos y abogados, contraofertas, plazos que vencen y se extienden, temas más para Fernández que para Guzmán. Tampoco, a pesar de los apoyos de otros profesionales, alcanzó con una presentación puntillosa del ministro en la universidad de Columbia: allí vaticinó un débil crecimiento del PBI local en menos de 1,5 a 2030, exactamente 120 mil millones de dólares menos de los que prevé el FMI, luego de lo que ha caído y cae la economía, incluyendo las notables pérdidas laborales. Como si el país careciera de potencial para recuperarse. Hay una fecha límite para la negociación: el 22 de mayo, cuando el Gobierno debe oblar alrededor de 500 millones de dólares, caso contrario se disparan los credits default swaps y esos son los sustanciales montos que luego demandarán los acreedores. Queda una duda: si la Argentina, con Guzmán, ya ha pagado 4.500 millones de dólares a los bonistas, ¿tiene sentido no honrar 500 o llegar a un arreglo o moratoria que le garantizaría al Presidente olvidarse de los pagos mientras dure su primer mandato?
Parece comprensible este argumento, al que convendría añadirle una observación que el economista Siaba Serrate encontró en la última renuncia de Vanoli a la Anses, en la que habla de “la recuperación del valor en la compra de títulos durante su gestión, comprados por la Anses a valores bajos en el mercado secundario, que se potenciará –según él– una vez que concluya la reestructuración de los bonos”. Mucha fe y conocimiento expuesta en una dimisión.
El mercado, con las recientes subas del precio de las acciones, parece acompañar el optimismo de un acuerdo final –aunque sea por tramos, selectivo o preferencial por las características de las emisiones–, proceso al que se incorporaron ahorristas encerrados por la cuarentena que encontraron en el juego bursátil una distracción. Cada uno busca su salida, como un empresario del ramo periodístico que para salir del confinamiento y poder ejercitarse en la bicicleta se anotó como repartidor de delivery. Y cada uno, también, no oculta sus obsesiones, como el mínimo tuit de Cristina de Kirchner en el que criticó a un hombre de la Justicia, Mahiques, vinculado antaño a Angelici, cercano a la conducción de la AFI macrista, al que le imputa responsabilidad en lo que ella entiende fue una persecución judicial contra su familia. Hay más nombres en esa lista que ni la cuarentena suspende. Por el momento, la vice reapareció en un encuentro privado con Alberto –no participa en forma presencial de otras reuniones en gobierno– mientras confirmaba su dominio sobre las designaciones en la Anses, la colocación de delegados en las empresas en que disponen de acciones y, dicen, su consenso al nombramiento de Afronti como CEO de YPF (curiosa la publicidad de su presentación, copiando a otra anterior de una empresa privada), episodio que no fue festejado por el titular de la compañía y preferido del mandatario, Nielssen. Habrá que esperar el proceso por venir en YPF y en las consideraciones de Cristina –que reclama ayuda y asistencia a los núcleos vulnerables del Conurbano–, pero también se ocupa de otros temas de poder. De la Anses, YPF, a dos mujeres de extrema confianza de Alberto: Vilma Ibarra y Marcela Losardo. Dicen que a la titular de Justicia le aplicó un asterisco.