El mundo da vueltas, todo cambia y cada vez a mayor velocidad, pero características permanentes de la cultura y de la geografía evidencian sus raíces al hacer su eterno retorno.
Esta semana se vio por un lado a Boris Johnson festejando la salida de Inglaterra de la Unión Europea y a Donald Trump celebrando su triunfo al desestimar el Senado de Estados Unidos el impeachment, asegurándose ambos su consolidación y continuidad en el poder.
También Brasil tiene más lazos con EE.UU. por los evangelistas, que parten de los anglicanos y el protestantismo
Y por el otro se vio a Alberto Fernández calurosamente bienvenido por Angela Merkel, Emmanuel Macron, Pedro Sánchez y Sergio Mattarella, los jefes de Estado de Alemania, Francia, España e Italia, además del Papa.
Al ponerlo en dimensión histórica, la Europa continental, la que alguna vez homogeneizó el Código Napoleónico, antes había hecho el Derecho Romano y desde hace 2 mil años el Vaticano, vuelve a mostrar que se trata de una zona geopolítica. La que irradió a Latinoamérica en la colonia y ahora, con sus tratados de libre comercio, busca recuperar el terreno perdido contrarrestando la influencia de más de un siglo de Estados Unidos, plasmada en la frase de su presidente a comienzos de siglo XIX, James Monroe: “América para los americanos” (los norteamericanos).
La Doctrina Monroe, que prescribía la no intervención de los Estados europeos en los asuntos americanos, fue una política anticolonial en los años de las revoluciones independentistas latinoamericanas, pero un siglo después sirvió para justificar la política del Gran Garrote, o Big Stick, de los Estados Unidos, autoasignándose el derecho natural de intervenir en cualquier nación del continente. El mejor ejemplo fue la Guerra de Malvinas en 1982, donde los Estados Unidos apoyaron a Inglaterra demostrando que la prohibición de intervención europea en América era exclusivamente para aquellos europeos que no fueran aliados de los Estados Unidos.
Gran Garrote o Big Stick que Donald Trump ahora trata de reeditar, con los condicionamientos y las limitaciones de la época, teniendo como aliado a Jair Bolsonaro. El sentido abrazo de Macron a Alberto Fernández es proporcional a la pelea del presidente francés con Bolsonaro, quien devolvió sus críticas por los incendios en el Amazonas, burlándose de que la esposa de Macron sea treinta años mayor que la suya, cuando Bolsonaro es 22 años mayor que Macron. El tuit que Bolsonaro usó contra Macron es casi idéntico al que usó su hijo contra Alberto Fernández: dos fotos comparadas, de la mujer de Macron y la suya en el caso del francés y del hijo de Bolsonaro y el hijo de Alberto Fernández en el caso del argentino.
Pasaron casi cinco siglos desde que Enrique VIII de Inglaterra (casado luego seis veces) rompió con la Iglesia Católica y creó la Iglesia Anglicana, pasando a ser desde entonces mayoritaria en Inglaterra y luego en sus ex colonias: Estados Unidos, Australia, Canadá, repitiendo su instalación en los “nuevos mundos” de la mano de los conquistadores. En el cosmos de Boris Johnson y Donald Trump, el papa Francisco tiene mínima influencia.
Por el contrario, en la Europa continental, si bien el Papa ya no tiene más ejércitos como en el Medioevo (“¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, preguntó irónicamente Stalin durante la Segunda Guerra Mundial), su autoridad moral sigue pesando.
Europa continental es un territorio geopolíticamente amigable para Alberto Fernández. Ya lo había sido cuando, siendo candidato, comenzó por visitar Portugal, donde gobierna con éxito el socialista Sergio Costa. En Europa la palabra socialista tiene otra connotación que la peyorativa que le imprime Bolsonaro, quien esta semana volvió a acusar a Alberto Fernández de “ser socialista”, esta vez por haber implementado la doble indemnización.
La relación de Brasil con su madre patria, Portugal, es muy diferente a la de las ex colonias hispanoparlantes con España. Brasil es tan mayor que Portugal que se invirtió el orden de primacía y los brasileños miran por sobre el hombro a Portugal, la llaman: “la tía pobre”. De hecho, Bolsonaro nunca viajó a Portugal siendo presidente, en contraste con Alberto Fernández, que fue el primer país que visitó siendo virtualmente electo tras las PASO.
La madre patria de Brasil es Estados Unidos, único país que junto con China, Rusia e India (los BRIC) le reconoce algún grado de superioridad. Tampoco es casual que Brasil sea el país latinoamericano
donde más se desarrollaron las iglesias evangélicas surgidas del protestantismo anglicano (anglo es inglés), con su posterior desarrollo en los Estados Unidos con el gran despertar evangélico.
Bolsonaro se burló de la mujer de Macron por Twitter con la misma técnica que del hijo de Alberto Fernández
La alianza de Brasil con Estados Unidos fue un clásico histórico que llegó a tener soldados brasileños combatiendo junto a los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial.
“Dígale al presidente Fernández que puede contar conmigo”, dice el embajador Jorge Argüello que le expresó Donald Trump al recibir sus cartas credenciales. Ojalá así termine siendo. En cualquier caso, los vínculos que nos unen a Europa continental, como los que unen a Inglaterra con Estados Unidos, son más perennes.