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Sabiduría china

China nos inquieta. Nos perturba que nuestra Presidenta le haya hecho un desplante al señor Hu o que los orientales no nos compren aceite de soja en represalia por las barreras aduaneras que les ponemos.

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China nos inquieta. Nos perturba que nuestra Presidenta le haya hecho un desplante al señor Hu o que los orientales no nos compren aceite de soja en represalia por las barreras aduaneras que les ponemos a sus zapatos, sus calzoncillos y sus televisores. China nos desconcierta. Un día se invita a todo el mundo a participar de los Juegos Olímpicos y, al otro, Google es expulsado del ciberespacio. Sabemos que China es comunista, pero también que es capitalista, que es una dictadura pero no entendemos sus rasgos específicos, que hay censura pero no qué se censura, que hay disidentes pero no cuántos son, etcétera. Por eso, para quienes China se ha vuelto más indescifrable que en la época de Marco Polo, fue muy interesante ver en el Bafici que hoy termina la sección de documentales chinos independientes.

Para presentarlos, vino a Buenos Aires Shelly Kraicer, un canadiense tímido que vive en Beijing hace siete años de recomendar películas chinas a los festivales de Occidente. Entre ellas, hay obras como Petition, que tiene un tema insólito, lo que ocurre alrededor de unas oficinas que el gobierno central chino instaló en la capital para que los ciudadanos se quejen de los abusos cometidos por los gobiernos provinciales. De esa situación, se derivan una serie de situaciones kafkianas. Por ejemplo, los responsables de las provincias no quieren que su imagen se deteriore en Beijing por el exceso de reclamos. Para disuadir a los peticionantes envían matones organizados en pequeños ejércitos que golpean, secuestran y torturan a quienes se dirigen a las oficinas de la ley. En ellas, a su vez, se viven situaciones terribles, con gente que no quiere renunciar a sus supuestos derechos y termina muchas veces en un asilo psiquiátrico, de acuerdo a la vieja receta soviética. Pero Kraicer nos advierte que el sistema de represión chino está muy lejos del omnipresente modelo estalinista. Una de las películas, por ejemplo, habla de un pueblo regido por una iglesia cristiana, cuyos principios no se asientan en el marxismo-leninismo. Y, sin embargo, nadie se mete con ellos. En realidad, con un admirable sentido de la economía, sólo se reprime la protesta que alcanza cierto grado de visibilidad, mientras que el resto se ignora. Los burócratas prefieren hacer la vista gorda y no quieren ocuparse de minucias. En particular, los cineastas que no filman bajo el amparo, la financiación y la censura del Estado no son molestados a menos que su trabajo trascienda. En ese caso, como dicen ellos, los funcionarios los invitan “a tomar el té” y les advierten que están siendo observados. Que un film marginal como Petition sea visto internacionalmente es muy raro y, en todo caso, el sistema cinematográfico occidental ayuda para que nada sea demasiado escandaloso. La película tenía una versión de cuatro horas mucho más radical, pero el distribuidor francés prefirió mostrar la más tibia de dos horas.

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La impresión más importante que uno saca de estas películas es que en China todo está bajo control y la furia de algunos disidentes contrasta con su aislamiento en medio de la indiferencia general. El espectador tiende a pensar que hay que estar loco para desafiar al gobierno de un país que crece a tasas chinas y no tiene intenciones de impedir que los ciudadanos se realicen o se enriquezcan si tienen la suerte, el talento o las conexiones adecuadas. En algún sentido, es como si estos documentales y hasta la disidencia misma estuvieran no sólo admitidos, sino fomentados por el régimen para mostrar lo débiles y aisladas que son las protestas y cuán poderoso es el Estado cuando se decide a suprimirlas. Hay una maldición en ser opositor frente a un gobierno que está dispuesto a todo: en el fondo, nadie quiere estar del lado de los perdedores y siempre hay una excusa para echarles la culpa de lo que les ocurre. Es una lección que conviene ir aprendiendo.