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Saltar el charco

Vivimos en un presente supuestamente agrietado que parece condenarnos a permanecer detenidos en el tiempo, atrapados en contrapuntos eternos, discusiones estériles y diferencias inconducentes que por momentos parecen no tener fin.

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Vivimos en un presente supuestamente agrietado que parece condenarnos a permanecer detenidos en el tiempo, atrapados en contrapuntos eternos, discusiones estériles y diferencias inconducentes que por momentos parecen no tener fin.

El debate, la deliberación, el disenso y el intercambio de ideas y puntos de vista diversos no solo son consustanciales al principio democrático, sino que además, son muy productivos para la búsqueda de síntesis superadoras que nos permitan progresar como sociedad y entender que, parafraseando al ilustre pensador francés Montesquieu, “la sociedad no son las personas, sino la unión de los hombres”.

Sin embargo, cuando los argentinos nos dejamos llevar por la tentación de caer en la confrontación permanente, en poner el foco solo en las diferencias aparentemente irreconciliables, en trazar líneas del tipo “amigo/enemigo”, nos estamos alejando de la posibilidad de generar los imprescindibles acuerdos básicos que nos permitan erigir un proyecto de país orientado a garantizar el desarrollo nacional y la real igualdad de oportunidades para todos quienes habitan este maravilloso suelo patrio.

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Afortunadamente, tenemos los recursos humanos para hacerlo. Héroes anónimos, hombres y mujeres que desarrollan su profesión con vocación, solidaridad y compromiso por el otro. Cientos de miles de argentinos que todos los días se levantan para trabajar y estudiar, y aportan su grano de arena para la construcción de un país mejor.

A la hora de pensar en la forma de resolver y abordar las urgencias del presente y encarar los desafíos que nos plantea el futuro, las individualidades son importantes, pero no sustituyen al equipo. Y el equipo es el país, cuyo futuro construimos entre todos.

¿Por qué entonces los argentinos que logramos, en la gran mayoría de los casos, vivir mejor que nuestros padres y abuelos, no fuimos ni somos capaces de continuar garantizando esa movilidad ascendente que fue el orgullo de nuestro país?

Quienes tenemos responsabilidades de gestión ya sea en el Estado, el sector privado o en las distintas organizaciones de la sociedad civil tenemos la obligación moral de estar a la altura de las circunstancias y el desafío histórico, y ser capaces de dejar de lado mezquindades, ambiciones personales y egos para trabajar mancomunadamente en la búsqueda de consensos y acuerdos básicos para que los argentinos vivamos mejor.

Para enfrentar estos retos, la gran herramienta que tenemos es la educación. No hay desarrollo ni igualdad real de oportunidades posible sin educación inclusiva y de calidad.  

Honremos los mejores liderazgos de la historia argentina y recuperemos lo mejor de las diversas tradiciones de pensamiento y acción que caracterizan a nuestro país, trabajando en primer lugar en la búsqueda de genuinas políticas de Estado en materia educativa, que perduren en el tiempo y que nos permitan dejarles a los niños y niñas más pequeños, nuestros hijos y nietos, un país con más oportunidades.

La principal expectativa que tienen los argentinos es extendida y compartida: alcanzar una mayor calidad de vida. Para ello, es necesario constituirse en una sociedad que tenga como Norte el desarrollo del capital humano y social.

Las diferencias y los contrapuntos que supuestamente nos separan a los argentinos no son en realidad, ni tan profundos ni definitivos, porque más que ante la tan mentada “grieta” estamos frente a un mero “charco”.

Vivir en un país mejor es el sueño de todos los argentinos y eso se construye desde ahora.

Dejemos de una vez por todas esa actitud casi celebratoria de lo que nos divide y nos impide mirar un poco más allá, para saltar esos charcos que hoy nos separan y trabajar juntos por los grandes objetivos comunes que tenemos como argentinos.

*Empresario y presidente del Club Atlético River Plate.