¿Es verdad lo del proyecto de ley que impulsa la diputada evangélica Cynthia Hotton? Parece que sus iglesias reclaman una personería jurídica especial. Hasta ahora son –jurídicamente– como una sociedad de fomento o un club deportivo. ¿Y qué, si no? ¿Asociación benéfica sin fines de lucro? (Mm... ¿Y el asuntito del diezmo?) ¿Agrupación con fines científicos? (Puede ser, cuando presenten pruebas de la existencia del infierno, o de que la Tierra es el centro del cosmos.) Club deportivo me parece una alternativa loca pero justa. Para mí, hay dos cosas que son muy poco importantes y que sin embargo se las arreglan para ocupar el lugar de las muy importantes: el fútbol y la religión. A partir de estas caóticas prácticas se han construido políticas, se ha dogmatizado a pueblos enteros (o a sus sectores menos alfabetizados), se han desatado guerras, se ha asesinado mucho (y no me refiero sólo a la Noche de San Bartolomé sino también a aquel Andrés Escobar, el colombiano muerto por meter un gol en contra).
Este proyecto le daría al Estado la capacidad de definir cuál práctica es “religiosa” y cuál no (cuántos clubes pueden jugar un Nacional). ¿Se imaginan a un juez dictaminando el carácter verdaderamente religioso de una práctica umbanda, de una misa o de una circuncisión? El proyecto ni toca a la oficial Iglesia Católica (la institución de la Inquisición, especie de barra brava armada para que un club ganara todos los partidos), ni incluye el derecho a no profesar ninguna religión.
Ya existen leyes que protegen la libertad de culto. Ergo, ¿cuál es la trampa? Tal vez que prevé prisión para quien “agrediere de hecho o de palabra a un ministro de una confesión religiosa reconocida en ocasión del ejercicio de actos propios de su ministerio o por el hecho de serlo”. Agredir “de hecho” ya es un delito, sea un pastor o un colectivero. Pero lo de agredir de palabra “por el hecho de serlo” se complica. Las religiones operan mediante supersticiones oficiales y así es muy fácil que algún incauto desacatado (un Darwin o un Galileo) les enrostre un inocente: “¡Mentirosos!”.
¿Estará pensado para beneficiar a los Grassi y los Von Wernich, inimputables sólo “por el hecho de serlo”?