El invierno pasado, una gripe fuerte me tomó de sorpresa. Me compré un blister de Refrianex y cometí el error de comprarlo compuesto. El Refrianex compuesto te duerme, el Refrianex solo (que es el que suelo tomar) te levanta. La cosa es que con el compuesto en el cuerpo, tuve que parar el auto volviendo del trabajo y ponerme a dormir, ahí mismo, como suelen hacerlo los remiseros. No sólo duermo en el auto sino que también escucho mucha música, mientras voy a mi trabajo, ya que es un viaje largo. Hace poco tuve que parar el coche de nuevo, pero no porque estuviera dormido, sino porque estaba conmocionado. Venía escuchando el disco 6 de copas, de Edgardo Cardozo, y me fue imposible seguir conduciendo. Estacioné en una calle lateral, arbolada, y me dejé transportar por la música, la voz y la letra encantatoria de este compositor genial. Muchachas de ojos de flores es el tema que abre el disco y donde Cardozo hace algo muy difícil: le pone música a un poema del inmenso Juan L. Ortiz. Es difícil, digo, porque muchas veces asistimos a la musicalización forzada de poemas, como si se tratara de ponerle a un niño un saco que le queda chico o largo, pero que no se ajusta a su esencia. Ya maravillados por el primer tema, el segundo que viene, Vamos a levantarnos para ver las flores del jardín, es la obra maestra del disco. Empieza así: “Tanto que yo creí que nunca iba a ser esto/ Y acá estoy diciéndome es insólito es simplísimo/ entre tantas frases hechas te diré que me hace falta tu canción”. No sé cómo lo logra pero la canción parece elástica y a la vez, mineral. Cardozo es un guitarrista virtuoso pero nunca la habilidad pierde emoción; en algún sentido, parece que trabajara en contra de su habilidad, como debe ser. ¿Por qué le creemos a un artista? ¿Qué es lo que hace que nos resulte definitivo, revelador? Cada tema de 6 de copas es una crítica al cliché de nuestra vida, es la búsqueda de una melodía inexistente. El disco no se estanca, duda y aprende con nosotros. Hace poco un amigo de la familia cumplió años y le regalamos el disco de Cardozo. Como suele suceder cuando se entregan los obsequios, uno le dice al homenajeado: si no te gusta, lo podés cambiar. Con el disco de Edgardo Cardozo la sentencia es otra: si este disco no te gusta, tenés que cambiar vos; dale tiempo, dale gracias.