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Siempre estoy volviendo

Invocar a la poesía para especular sobre un texto de ciencias sociales no es un puro manierismo o un acto de frivolidad.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Siempre es buen momento para volver a Lévi-Strauss. Pues volvamos, entonces: “Odio los viajes y los exploradores”, así comienza Tristes Trópicos, seguramente la más célebre y genial primera frase de un libro de antropología. Con esa advertencia, Lévi-Strauss toma distancia del lugar común de la disciplina (la figura del explorador, del aventurero, del que se interna en territorio desconocido) y, a la vez, propone al principio de contradicción interna como la base de un texto: no cabe dudas de que Tristes Trópicos es un libro de viajes, o mejor dicho, un gran libro de viajes. Pues el texto se contradice ya desde la primera línea, pero no como un error, un olvido, o un engaño, sino como un principio activo de la producción de sentido: los textos discurren, pero no avanzan; progresan, pero no de manera lineal; se despliegan, pero ajenos a toda inclinación alegórica. No caben dudas de que Lévi-Strauss era además, o sobre todo, un gran escritor. Clifford Geertz, otro gran escritor antropólogo, le dedica un hermoso capítulo en El antropólogo como autor. Geertz comienza con una afirmación precisa: “La obra de Lévi-Strauss constituye un caso especialmente iluminador de la idea según la cual separar lo que uno dice de cómo lo dice (…) resulta tan tramposo en antropología como en poesía, pintura u oratoria”. Partiendo de esa constatación, Geertz avanza un paso más y relaciona el estilo de Lévi-Strauss con las preocupaciones estéticas de cierta vanguardia teórica: “Tristes Trópicos (…) es una conjunción sintáctica de elementos discretos, conectados horizontalmente sobre lo que Jacobson ha llamado ‘el eje de la contigüidad’ (…) es un poema formalista ruso típico”.  Para luego, una vez introducida la dimensión poética de la escritura, dar el salto hasta colocar a la poesía como matriz de explicación de las estrategias textuales del antropólogo: “Contemplar Tristes Trópicos en términos de construcción textual, como el architexto a partir del cual todos los demás textos, en el sentido lógico de la palabra, han sido generados (según los versos de Wallace Stevens:’Lorito de loritos que sobre la selva de loritos prevalece/una pepita de vida en medio de una profusión de colas’) puede conducir a una comprensión más fructífera del pensamiento de Lévi-Strauss”.

Invocar a la poesía para especular sobre un texto de ciencias sociales no es un puro manierismo o un acto de frivolidad. Además de Geertz ya lo había hecho Richard Sennet en La conciencia del ojo, donde toma a John Ashbery para pensar la trama urbana de Nueva York, por citar solo un caso entre muchos más (¡Marx y Shakespeare!). Pero en verdad, el asunto no reside en citar una frase de un poema sino en leer a Lévi-Strauss –o a tantos otros grandes prosistas– para extraer las consecuencias radicales de la relación entre escritura y ciencias sociales. Pocas cosas me resultan tan lejanas como el modelo hegemónico de investigador académico que toma a la escritura como un mero canal de transmisión de ideas (la erudición es algo muy valioso y complejo como para regalárselo a los productores de papers). Aún en retirada, aún muchas veces viviendo de glorias pasadas, pervive en la escritura del ensayo (el ensayo como prueba, como equilibrio sin red) una erudita pulsión por el placer del texto sobre la que siempre estoy volviendo.