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Verdugos

Símbolos patrios

Cada vez que hace falta, la patria encuentra un símbolo nuevo que la represente.

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Cada vez que hace falta, la patria encuentra un símbolo nuevo que la represente. Es un signo, apenas, pero que tiene la capacidad de arrastrar otros signos y potencias y colocarlos en visible constelación.

En el mismo acto en que el soberano recibe en palacio al verdugo que asesina por la espalda, lo abraza y lo felicita, los demás puntos reverberan y adquieren una consistencia que tal vez antes no tenían: cada destrucción de una fuente de trabajo (que según un informe del gremio de industriales y reproducido por el más antiguo periódico del país se cuentan ya por docenas de miles); la inflación y el precio del dólar, que se comen como un taladrillo la capacidad adquisitiva de las gentes; el desmesurado aumento de los precios de las energías, que debilitan las otras, las fuerzas vitales; la limitación, por todas partes: en las negociaciones salariales, en los movimientos, en las esperanzas y en la posibilidad de recordar el pasado; el adelgazamiento de lo poco de humanidad que nos queda y la entrega miserable de nuestras capacidades a la administración de publicistas, encuestadores y gestores. Sobre todo, cada muerto por la policía repite el nuevo símbolo patriótico: el tiro por la espalda.

No le des la espalda al soberano (o a sus ministros, edecanes y bufones). Pero sobre todo, no les des la espalda a sus verdugos (en la ciudad de Buenos Aires, hay un policía cada 107 habitantes, sin contar las otras fuerzas de seguridad). Cada 23 horas el Estado asesina a una persona. En los últimos 722 días, mataron a 725 “delincuentes”.

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Y el soberano considera que eso merece no solo el aplauso, sino también su ala protectora. Ese es el remate: te hieren un poquito cada día y de repente, el tiro por la espalda te aniquila.

Se dice: “A cada cerdo le llega su San Martín”. La fiesta de San Martín de Tours se celebra el 11 de noviembre, y coincide con la matacía o matanza del cerdo.