COLUMNISTAS
PROFESIONALIZACION DEL FUTBOL FEMENINO

Sin cadenas sobre los pies

Siempre tuve sueños. Sin sueños y aspiraciones no se puede llegar muy lejos. Una necesita ese impulso para saltar más alto y poder volar.

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Todes. Tapia, Marchi y muchas de las futbolistas que celebraron este paso. | AP

Siempre tuve sueños. Sin sueños y aspiraciones no se puede llegar muy lejos. Una necesita ese impulso para saltar más alto y poder volar. Ese motor lo encuentro en cada uno de mis sueños, que están ahí, para recordarme que tengo que dar un poco más para poder alcanzarlos y no rendirme. Pero también es cierto que muchas veces esas expectativas se ven truncas por diversos motivos ajenos a nosotros. Cuando era chica soñaba con jugar al fútbol. Cada vez que tomaba un poco (o mucho) valor para hacerlo, resonaban las voces de mis amigos que me acusaban de “marimacho” ante cualquier actitud que no sea “convencionalmente femenina”. Y me apichonaba, volvía a esas actividades que el mandato social habilitaba a las nenas.

Los años pasan y los prejuicios se marchitan. La revolución feminista está rompiendo las cadenas que nos ataban. Una vez más, la lucha de las pibas se impuso y dio frutos. El fútbol es profesional gracias a ellas. Gracias a las que pelearon, a las que se bancaron los palos que la sociedad les puso. Junto con una AFA que supo atender el reclamo y acompañó a las futbolistas, empezó el cambio en uno de los terrenos más hostiles para el feminismo. La coyuntura empuja. Las mujeres organizadas somos una tromba. Estamos acá y no solo queremos que nos escuchen, queremos cambiar todo este sistema machista.

Esta conquista me produce una emoción inmensa. Nadie dudaría jamás en reconocer el derecho a trabajar a cualquier persona, aun así las mujeres no contábamos con ese reconocimiento en el fútbol. Hoy dejan de ser viáticos que no alcanzan, para ser un sueldo. Se comenzó a desterrar la diferenciación injusta entre “fútbol” y “fútbol femenino”. La semana pasada, con motivo del Día de la Mujer, Barcelona compartió un spot con el eslogan “El fútbol no es para chicas. Tampoco para hombres. El fútbol es para futbolistas”.

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Yo no juego al fútbol. Siempre quise. Nunca me dejé jugar. Permití que entren los susurros incómodos, las miradas condenatorias y las risas burlonas de quienes miraban a ese pequeño puñado de nenas que se animaban a gambetear con los nenes y metían goles que festejaban con el alma. Y ahí también me encuentro con la emoción y la alegría. La sonrisa no me entra en la cara al pensar que este paso gigante va a permitir que esa nena tímida que no se anima a meterse entre sus compañeros a tirar paredes ahora va a sentir respaldo, va a saber que no está sola. La simple sensación de tener un modelo a seguir en el cual poder sentirse reflejada. Que las nenas sueñen con ser Micaela Cabrera, Belén Potassa, Mercedes Pereyra o Maca Sánchez. Buscamos la igualdad, pero no solo para nosotras, para las que vienen. Todas esas niñas que están creciendo en un mundo más justo, con la equidad entre todos los géneros. Porque nosotras somos adultas, ya padecimos cada diferencia que nos plantaron delante de nuestras narices. Sabemos lo que es y no queremos eso para ninguna más.

Vivimos un momento de cambios y avances para las mujeres, hechos por mujeres. El anuncio que se produjo ayer fue un paso enorme. ¿Falta? Sí. Siempre hay que ir más allá. La profesionalización es un casillero en el que nos adelantamos, pero esta lucha es contra el prejuicio y a favor de la formación. El prejuicio del “bicho raro” cuando una mujer juega con hombres. Una mujer que le mete un gol a un hombre es una mujer rompiendo un esquema. Ni más ni menos que nadie. También fomentamos la formación de las más chicas. Porque las jugadoras no pueden empezar su carrera en la adolescencia o en la puerta de la adultez. Con un respaldo mayor que las acompañe desde la niñez, las argentinas impondrán un fútbol más completo contra sus pares de otros países.

La meta es cumplir los sueños. De chica soñé meterme en la cancha con mi camiseta de Atlanta y disfrutar con mis amigos y amigas. De grande, sueño con el fin de las imposiciones. Sueño con la libertad, que las nenas y los nenes decidan qué quieren hacer: agarrar la pelota de fútbol, la muñeca, el libro o el destornillador. No quiero que existan las vergüenzas ni los dedos inquisidores. Quiero que mis sueños de ayer sean las realidades de las niñas de hoy.