Pude haber recurrido a los escritos de Sigmund Freud u otros referentes de la investigación de las enfermedades, disturbios y/o trastornos mentales. Psicoanálisis, psiquiatría, incluso la medicina general, han tratado la cuestión de la paranoia desde ángulos diversos.
Para no pasar días consultando libros, recurrí una vez más a la Inteligencia Artificial y a sus definiciones sobre la cuestión.
“La paranoia –me dice la IA– es un trastorno mental caracterizado por un patrón de desconfianza y sospecha hacia los demás, creyendo que otros tienen intenciones maliciosas para dañar, engañar o explotar a la persona, incluso sin pruebas. Puede manifestarse como un trastorno en sí mismo o como parte de otras afecciones como laesquizofrenia, trastornos de ansiedad o el consumo de drogas”.
La IA resume cuáles son los síntomas comunes que indican o sugieren que estamos ante una conducta paranoica:
Desconfianza persistente: Creencia de que los demás tienen motivos ocultos o malas intenciones.
Sospecha: Sentimiento de estar siendo espiado, engañado o perseguido.
Aislamiento social: Dificultad para establecer relaciones debido a la falta de confianza.
Hostilidad: Reacción de enojo o resentimiento hacia los demás.
Sentido de importancia personal: Algunas personas pueden tener una creencia exagerada de su propia importancia.
Al parecer, las causas exactas de la paranoia no se conocen, pero se cree que intervienen factores genéticos y ambientales: genética: puede ser más común en familias con trastornos psicóticos; trastornos mentales: puede presentarse junto a otras enfermedades psiquiátricas; abuso y trauma: la victimización y el abuso en la infancia pueden aumentar el riesgo; consumo de sustancias: algunas drogas, como la marihuana o la cocaína, pueden inducir pensamientos paranoicos; medicamentos recetados: ciertos fármacos pueden tener efectos secundarios que incluyan paranoia.
Iósif (José) Stalin gobernó con mano de hierro la Unión Soviética entre 1929 y 1953. Tuvo un importante papel en la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, pero también fue responsable de la muerte de millones de rusos, disidentes políticos e incluso aliados, durante sus conocidas purgas. Aunque no es posible realizar un diagnóstico firme al ser pocos los datos disponibles respecto de su salud física y mental, ellos parecen reflejar la existencia de un elevado nivel de paranoia, que posiblemente contribuyó a que se llevaran a cabo muchas de esas purgas: el dictador ordenó la muerte o el encarcelamiento de una gran cantidad de personas, incluyendo a uno de sus guardias personales o de diferentes médicos que lo trataron y diagnosticaron de distintas dolencias (incluyendo aterosclerosis). De hecho, el neurofisiólogo y psiquiatra Vladímir Béjterev llegó a diagnosticarle e intentar tratarle paranoia severa. Dos días después, Béjterev apareció muerto.
En el otro extremo del arco ideológico, John Forbes Nash es buen ejemplo de comportamiento paranoico. Muerto en 2015, Nash recibió el Premio Nobel de Economía en 1994. Matemático estadounidense, su historia inspiró la película Una mente brillante. Fue diagnosticado inicialmente de paranoia y posteriormente con esquizofrenia paranoide en el Hospital McLean. Sentía que era víctima de una conspiración perpetrada por la Unión Soviética y los comunistas, y sufría alucinaciones auditivas. Durante un tiempo se consideró a sí mismo un mensajero, una figura religiosa a la que perseguían comunistas procedentes de la Unión Soviética y el Vaticano. Creía que los hombres con lazos rojos eran comunistas en su contra y que The New York Times reflejaba mensajes alienígenas codificados.
O sea: comunista o anticomunista, un personaje con síntomas de paranoia con poder es, cuanto menos, peligroso. Podría mencionar aquí otros con síntomas tan evidentes como los que presentaban Stalin y Nash. Adolf Hitler, el feroz dictador alemán que llevó al mundo a una absurda guerra entre finales de la década de 1930 y 1945, dejando por sus delirios millones de muertos, perseguidos, torturados, exiliados.
Cualquier semejanza con algunos personajes de la Argentina actual no es pura coincidencia.