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el seor de la montaa

Sobre la amistad

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Cuando trato de aclararme la cabeza, voy a buscar aire fresco en mi Montaigne. No siempre encuentro el tema que busco, pero en este caso sí: la amistad. Michel le dedica casi ocho páginas. Desmenuza cuáles son los sentimientos más propios de lo que puede ser llamado o no amistad. No cree en la amistad entre padres e hijos o la amistad entre cónyuges porque la amistad verdadera necesita de un tipo de intimidad total que estos vínculos no siempre permiten. Y termina diciendo que la amistad es un fin en sí mismo y uno de los bienes más preciados que puedan existir. Para que la amistad sea total, verdadera, escribe Michel de Montaigne, se debe desear el bien del amigo por encima de lo que le suceda a uno. En las canciones populares también se puede rastrear el genoma de la amistad. Roberto Carlos, por ejemplo, quiere tener un millón amigos, y escribe en la canción Amigo : “Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo / que en todo camino y por nada estás siempre conmigo / me dices verdades tan grandes con frases abiertas/ tú eres realmente el más cierto en horas inciertas”. Y Serrat dice en su genial disco En tránsito: “Mis amigos son gente cumplidora, que acuden cuando saben que yo espero/ si les roza la muerte disimulan/ que para ellos la amistad es lo primero”. ¿Cuánto puede durar una amistad? ¿La amistad verdadera es la que dura toda la vida? Creo que la amistad es tan profunda tanto si dura unos años como si lo hace toda la vida. Pienso en Claudio Bróccoli, un amigo de la facultad muy querido a quien dejé de ver sin ningún motivo. No hubo ningún tipo de pelea y aun cuando hace mucho que no nos cruzamos ni nos llamamos, no pasa un tiempo largo sin que piense en él. Tal vez no nos vayamos a ver nunca más, pero su amistad, en el momento que la disfruté, fue central para mí y su potencia dura en cada uno de mis actos actuales. No necesito de la mierda de Facebook para reactualizarla. Y aun cuando un vínculo amistoso se rompa por una pelea, qué importa, la amistad que pasó ya es eterna. Como el caso de esos dos melómanos –Pablo y Norberto– que fueron tan amigos que llegaron a tener una discoteca inmensa en común.

Compartían sus discos importados, la pasión por el coleccionismo, en una época del país en la que era bastante difícil tener acceso a la música extranjera. Hasta estaban ambos subscriptos a periódicos musicales para saber qué se escribía sobre esos temas. ¿Cuántas amistades empezaron porque te encontrabas con alguien que tenía bajo el brazo el disco inhallable? Como les pasó a Jagger y Richards.
La amistad de Pablo y Norberto (parece un título de un disco de Vivencia) es una historia que me gusta. Estoy seguro que aún hoy, peleados, con la discoteca dividida, saben que la música de la amistad pasada está en cada uno de ellos.

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