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Sonata, peste y fainá

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Salir de esta epidemia será como preparar esa fainá (o farinata) que viene en sobrecitos: nunca se sabe cómo va a quedar la cosa. Podés repetir las proporciones, la temperatura, el tiempo de cocción y sin embargo el resultado será siempre otro. Porque en sistemas complejos (la fainá es uno, el mundo es otro) pequeñas variaciones en las condiciones iniciales cambian radicalmente el resultado final. 

Mientras esperamos que científicos y Estados se ocupen de lo importante, es inevitable observar los panoramas comparativos para distintas áreas del trabajo humano. La docencia, por ejemplo, se amiga con el telemarketing. Pero los trabajadores del teatro estamos acabados. Es posible que este año ya esté perdido y que no tengamos ingresos de ningún tipo. Pero ¿y los años que siguen? La perspectiva en Alemania, por ejemplo, parece ser la de que el Estado saldrá al rescate de la crisis inmediata y luego usará los años subsiguientes para aplicar una economía de guerra, donde probablemente la cultura no sea prioritaria. Ya que ahora mismo muchos productos culturales aparecen pixelados y liberados, el mundo se acostumbrará quizás a esta gratuidad y tal vez la exija como la del agua o la del aire.

Pero es fainá. Quizás salga todo al revés. La gente está encerrada y tiene algo que normalmente el sistema le roba: tiempo. Si además tiene internet, en ese tiempo está usando más cine, más filosofía, más libros y más teatro que nunca jamás. Y la relación con el arte también es ese refugio que puede volverse inquebrantable para los años por venir.