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Tailandia: entre balanceos y vientos predominantes

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Bangkok. Las exportaciones tailandesas van tanto a China como a Estados Unidos. Equilibrio. | AFP

Los objetivos primordiales del reino de Tailandia en materia de política exterior, así como los de sus predecesores –el reino de Siam y el de Ayuttaya–, han sido el mantenimiento de su independencia e integridad territorial. Esto ha sido un gran desafío al situarse en el corazón de Indochina, haber estado rodeada por enemigos, y luego amenazada por potencias mundiales y regionales. 

Lo que sería el reino de Siam estuvo rodeado históricamente por birmanos malayos, kmehrs y vietnamitas, con los que mantuvo serios conflictos. Estos se redujeron hacia fines del siglo XVIII, cuando los reyes Taksin y Rama I contuvieron a los birmanos y dominaron grandes extensiones de Laos y Camboya.  Antes de esto, los birmanos destruyeron totalmente la ciudad capital de Ayuttaya en 1767, lo que obligó a crear la nueva capital en Bangkok. Ayuttaya ya tenía una sofisticada y experimentada diplomacia, manteniendo relaciones con diversas potencias occidentales.  

Durante el siglo XIX, aparecieron las potencias mundiales, ante las cuales Siam aplicaría una de sus dos estrategias en materia de política exterior: la de hacer que se equilibren/enfrenten una potencia contra la otra, con lo que logró mantenerse como el único país en el sudeste asiático, y de los pocos de Asia, no colonizado por las potencias europeas. Así, Gran Bretaña y Francia  procuraron disputarse el territorio Tai, y aunque Siam pudo con éxito balancear una potencia contra la otra, debió sin embargo ceder territorios a  ambas potencias entre 1893 y 1909. Esta entrega de casi un tercio de Siam, más el acuerdo para que Siam actuara como un Estado tapón entre ambas potencias, aseguró su independencia. 

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A partir de la Segunda Guerra mundial, Tailandia implementó su segunda estrategia de política exterior: la del “bambú que se inclina ante el viento predominante”. El cambio de nombre de Siam a Tailandia –tierra de los tais– fue impulsado por el general nacionalista Phibun en 1939. Fue Phibun quien debió luchar contra Japón en 1941, que quería el territorio tailandés como base contra las colonias británicas en Malasia y Burma. Después de resistir militarmente, Phibun optó por llegar a un armisticio con Japón, al que le permitió usar el territorio como base, y convirtió a Tailandia en un aliado de Japón. 

Durante la Guerra Fría, Tailandia se convirtió en un aliado de EE.UU. y en miembro de la Seato (Organización del Tratado del Sudeste Asiático) en 1954. Aunque esta alianza militar se disolvió en 1977, las garantías de seguridad de EE.UU. a Tailandia se mantienen vigentes. La relación con EE.UU. se consolidó a partir de su posición estratégica, sirviéndole de base aérea durante la guerra de Vietnam.  Adicionalmente, mediante el tratado Rusk-Thanat de 1962, EE.UU. se comprometió a defender a Tailandia y financiar sus gastos militares. En lo económico, EE.UU. es el mercado exportador más grande para Tailandia y es el tercer inversor en el reino.

Ante el creciente enfrentamiento entre EE.UU. y China, la milenaria relación con China toma una renovada importancia. Sin embargo, las relaciones diplomáticas con la república popular china solo se normalizaron en 1975. Poco tiempo después –a partir de 1978–, China y Tailandia se convertirían en aliados de facto para enfrentar a Vietnam, luego de que esta invadió Camboya y amenazó la estabilidad de Indochina.  Esta estrecha relación finalizó con los acuerdos de París de 1991, que acabaron con la crisis de Camboya. Actualmente, aunque Tailandia compra la mayoría de su material bélico a EE.UU., también ha comprado puntualmente equipamiento militar chino, como por ejemplo 49 Tanques VT-4 y tres submarinos de propulsión diésel. Además de haber instalado una planta de producción y mantenimiento de los sistemas de armas chinos del ejército real tailandés. Esto se ha debido en parte a un cierto distanciamiento entre los gobiernos de Tailandia y EE.UU., luego del golpe militar encabezado por el actual primer ministro Prayut Chan-o-cha en 2014. En los últimos años, EE.UU. se ha acercado nuevamente a Tailandia, que vuelve así a practicar un balanceo entre grandes potencias. 

Diplomáticamente, Tailandia reconoce la política de “una China”, aunque informalmente trata con Taiwán.  En términos económicos, China es el segundo destino de exportaciones para Tailandia, y su principal origen de importaciones. Varias empresas de familias sino-tais son miembros de la “bamboo network”, una red informal de empresarios de origen chino que invierten tanto en China como en los países con minorías chinas en Asia. Como ejemplo, la familia sino-tai Chearavont ha sido una de los más grandes inversores en China. A su vez, empresas chinas participan en la construcción de un tren rápido que unirá a Bangkok con China, a través de Laos.

A nivel regional, Tailandia ha demostrado querer generar su propio viento favorable, más que ser el bambú que se inclina ante el viento dominante. Así, ha demostrado un gran liderazgo e iniciativa como miembro fundador de la Asean (Asociación de Estados del Sudeste Asiático) en 1967, lo que puede ser considerado como un nuevo esfuerzo diplomático para asegurar su integridad territorial. En efecto, el objetivo de la Asean –pilar de la actual política exterior de Bangkok– es tomar un firme control sobre su geografía y evitar tanto enfrentamientos entre sus miembros como la interferencia de potencias extranjeras, para generar un mayor desarrollo económico. Con el tiempo se incorporarían sus antiguos enemigos: Myanmar –antigua Burma–, Vietnam, Laos y Camboya. 

La intensidad de la participación internacional de Tailandia varía con el tiempo.  Así, hoy a nivel global Bangkok no parece ver a China y Rusia –que no levantaron la voz ante el mencionado golpe de 2014– como a sus enemigos. Y no parece interesado en inmiscuirse en las disputas entre grandes potencias. Tailandia condenó el ataque ruso a Ucrania en la ONU en marzo. Pero, luego, decidió permanecer neutral ante el conflicto, se abstuvo de votar por la suspensión de Rusia del Consejo de DD.HH. y rechazó condenar la anexión rusa de las provincias ocupadas en Ucrania. A su vez, a nivel regional no ha condenado a la junta militar que ha tomado el poder en Myanmar, uno de los mayores  desafíos que enfrenta la Asean. 

* Especialista en relaciones internacionales. Autor del libro “Buscndo consensos al fin del mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027)”.