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Defensor de los Lectores

Talles y tallas a medida

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Cuando el director Steven Spielberg le puso nombre de actor a su proyecto sobre Abraham Lincoln, le pareció que el estupendo irlandés Liam Neeson cuadraba perfecto: su altura de 1,93 copiaba con precisión la del presidente norteamericano que no vaciló en ir a la guerra civil para respaldar su política abolicionista. El cronograma del film quedó congelado algunos años, y cuando Spielberg lo reflotó se encontró con la negativa de Neeson: “Ya estoy viejo para hacer de un hombre de 55 años”, dijo. Con seis centímetros menos de estatura, Daniel Day-Lewis fue un excelente reemplazo. Interesante asunto aunque no determinante el de las medidas de las celebridades, en particular las de los jefes de Estado, los que tienen en sus manos los destinos de sus países y sus sociedades. Barack Obama mide 1,85, cuatro centímetros menos que Bill Clinton y 15 más que Vladimir Putin, casi tan petiso como Nicolas Sarkozy y apenas más alto –por un centímetro– que Lula Da Silva, que cuando asumió ostentaba una cintura más que ponderable. Todos ellos, con sus más y sus menos, estadistas que ya están en la historia. Sin embargo, a la hora de compararlos no es usual hacerlo sobre la base de sus medidas antropométricas, sino por la eficacia de sus gestiones. Estoy seguro de que Jorge Fontevecchia no hubiese destinado espacio alguno a este juego de competencia entre hombres, como sí lo hizo el sábado 23 en su editorial de contratapa con los talles de ropa de Michelle Bachelet, Dilma Rousseff, Angela Merkel y Cristina Fernández de Kirchner. Si bien procuró explicar el porqué de esas referencias con argumentos vinculados a la psicología, el director de PERFIL cayó –seguramente sin quererlo– en cierta postura sexista que no condice con la línea general que él mismo ha impuesto como norma. Algunas veces, la búsqueda de ejemplos para fundamentar puntos de análisis nos hace caer en errores. Entiendo que éste ha sido uno de ellos.

Cortes. En la página 40 se publica el correo enviado por Eduardo Sartelli para quejarse por los cortes efectuados a su columna “Hijo modelo”, publicada el domingo 24 en la página 29. Hubo un error en la corrección y un ajuste de medida que el secretario de redacción del diario, Ariel Cohen, explicó así: “Por una cuestión de espacio, tuvimos que recortar las cuatro columnas que publicamos sobre el particular (en la página indicada). Nunca es grato ni deseable que así sea. Preferimos publicar a dejar de hacerlo ante la imposibilidad de ajustar los espacios sobre el cierre de la edición. En lo personal, creo que no se ha alterado el sentido del texto original, excepto, sí, en que quedó con menor riqueza que en el original. De todos modos, es una cuestión opinable en la cual puede tener razón el autor, pero de ningún modo fue el motivo de la edición. Lamentablemente, por un error de proceso interno, no fueron respetadas en tres de las columnas las marcas de los cortes efectuados a los textos en la edición. Pero como los materiales eran muy buenos, los publicaremos íntegros, en sus versiones originales, en la página web www.perfil.com”.

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Física. El lector Gerardo D’Angelo reclama por la ausencia de comillas en la nota publicada el domingo 24 en la página 45 para calificar los errores verificables en películas de ciencia ficción, utilizados por docentes universitarios para una mejor comprensión por sus alumnos de los fenómenos físicos que ellos explican. El celo de D’Angelo parece algo exagerado: a nadie escapa que la ficción es una cosa y la realidad otra, y en la nota no se observa que haya habido confusión alguna al respecto.

Autorreferencias. Para el estilo de este diario, la primera persona en el desarrollo de una nota está vedada, salvo contadas excepciones. En su breve cobertura de un tramo del Festival de Cine de Mar del Plata (suplemento Cultura, domingo 24), el autor se equivocó al emplearla, y más aún al relatar cierto destrato hacia él y otros acreditados por parte de las autoridades del encuentro. Como dice el maestro de la crónica Ryszard Kapuscinski, el cronista sólo es protagonista de una nota cuando la acción que relata lo involucra de manera dramática (recibir un balazo en un tiroteo, quedar atrapado por un terremoto, ser rehén, esas pequeñeces). Compartir el baño con una colega o superar tan denso drama con una caminata playera no parecen comparables a perder una pierna por un maldito misil en Kosovo. Los periodistas somos meras cadenas de transmisión entre los hechos que cubrimos y el destinatario único, que es el lector.

Publinotas. Para evitar confusiones no deseadas, toda nota que tenga origen y destino publicitarios debiera ser editada con tipografía muy diferente de la empleada para contenidos periodísticos, aunque la condición de “publinota” esté indicada. Una regla que no se cumplió en la edición del sábado 2, página 43.