COLUMNISTAS
Resignación

Te acompaño el sentimiento

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Cansados. “Te estremece la tristeza al salir, ver y pensar en lo que han hecho de nosotros”. | cedoc

¿Te pasa? ¿Llegás a sentir, no digo todos los días, ni a todas horas, quizá de vez en cuando, pero te pasa que, de la nada, quién sabe por qué, una injusticia mayor, una mentira más, una bronca contenida, te rebela? De pronto se te encienden a la vez todas las luces del tablero, los ojos de fuego alumbran, enfocan ahí donde la mirada ve lo que importa. ¿Qué es esa erupción subterránea? ¿Esa energía renovable que banca, perdura, respira en lo profundo, se impone sobre el desasosiego?

Sucede en los límites de la resignación, cuando estás a punto del abandono, de tirar la toalla. Una declaración te sobresalta. Arranca la campaña del miedo. Reparten guita, compran voluntades, amenazan. El chantaje te provoca. En ese momento un soplo vital, un viento de ira, revuelve la furia, el huracán se desata, recupera la calma cuando toca tierra, resuelve, decide, se pone a la tarea. ¿Tenemos un kit de supervivencia incorporado? ¿Un tanque extra? ¿Una reserva de sed?

En tiempos de abandono de persona, en los umbrales, en los contenedores de basura, de familias con niños durmiendo sobre colchones, de restos humanos desocupados, sobrantes, sometidos a mendigar asistencia, contra toda macabra demostración, el motor inconcebible resiste, se activa como último recurso, apuntala el bajón, aguanta la malaria, hace su trabajo, repara la ilusión, cose el desagarro, emparcha los agujeros de la derrota, sopla la brasa del ánimo, las infinitas ganas de querer vivir como se debe.

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“Falta todo, no van a dejar nada. Solo militantes macetas, plantas del Estado”

¿Por qué otra razón quién, cualquiera que camine por las calles con los ojos abiertos, podría atravesar el día sin doblegarse, ante el ahogo de la angustia? ¿Por qué esto que sentimos no revienta? ¿Por qué no detonan los cuerpos? ¿Qué termostato interno, qué válvula cardíaca regula la temperatura, aumenta la calentura hasta la ebullición, pero la reduce a tiempo para que no desborde? ¿Qué nos protege del hervor? ¿La piel seca que se hizo callo en años de fricción con la miseria? ¿Nos volvimos así de miserables?

Algo murió, muere, está muriendo. Los diezmados son un yenga de maderitas balsa que tambalea a punto del derrumbe. En cuanto les sacan el prontuario, los años de abrojo al carguito, el salario público, las cuentas bancarias, los negocios, los condenados por saqueo, el pegamento ideológico se derrite. Se les cae la careta, el relato, las consignas, la derecha, el Fondo Monetario, el imperialismo, las excusas, todos los culpables que impiden “la felicidad del pueblo”.

¿Qué más?

Nos toca, otra vez, llorar juntos, tratar de seguir. Fuimos víctimas fatales de una entradera. Les abrimos la puerta sin saber quiénes eran, que querían, qué habían hecho en Santa Cruz. No da, ahora, lamentarse con memes de pena, carita triste llorando, repetir frases hechas, “¡quién lo iba a decir!”. Menos, el consuelo inútil, “estoy para lo que haga falta”. Falta todo, no van dejar nada, sólo más militantes macetas, plantas permanentes del Estado. No cabe, tampoco, la esperanza imbécil, “vuela libre país de luz”. Callate, idiota.

¿Para qué hablar en un velorio? ¿Qué necesidad de querer rellenar con palabras las pérdidas, las ausencias, el vacío sin fondo? No hay pronósticos alentadores, nada que justifique una arenga optimista en la previa a un partido decisivo, el que nos puede salvar de otro descenso. En el sótano, bajo escombros de pobreza, inflación, indigencia, corrupción, inseguridad, alcanza con un agujerito por donde entre aire, ni hablar de un rayo de luz, para que la esperanza aguante, confíe en que en una de esas, quizá, alguien escuche los gritos, llegue al rescate.

¿Te pasa? Digo si te pasa de adentro hacia afuera, sin estimulantes, sin tomar, ni fumar, nada, sólo porque la tristeza te estremece al salir, ver, regresar, pensar un poco en lo que hacen, han hecho de nosotros. Si sentís que vamos a poder alguna vez contra estos criminales que asaltaron la historia, los que anuncian todavía más sangre. Digo si te va la discusión, el debate, si te da placer enfrentarlos donde se dé, donde se pueda, con las armas propias del que piensa por sí mismo, si eso te hace sentir bien, enérgico, contento, casi feliz. Si es así, ahí nos vemos.

Te acompaño el sentimiento.

*Periodista.