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¿Qué más?

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Tragedia de Once. Julio De Vido, Ministro de Néstor y Cristina, responsable de 52 muertos. | cedoc

¿Es necesario? ¿Qué pecado cometieron los infieles? ¿El de negarles el voto? ¿Qué culpa tienen los fieles? ¿La de votarlos otra vez? ¿Debemos por eso flagelarnos con siete mil trescientos latigazos porque se cumplen veinte años desde que se descolgaron de la Santa Cruz con los diezmos de las regalías petroleras fugados, depositados en cuentas propias? Es un castigo desmedido, una tortura interminable, recordar, revisar uno por uno, día por día, lo que han hecho, hacen todavía.

Agotados, casi sin aire, remando en arena, huyendo como focas de las orcas, con el terror en los ojos, volvemos a ver los videos. Están en Youtube. El de José López. Las monjas, los bolsos, la ametralladora. Los de Alberto Fernández enumerando la serie de graves cargos que le hacía a Cristina. El de Massa jurando, firmando, afirmando que nunca más con el kirchnerismo, que terminaría con los ñoquis de La Cámpora. “Gran parte de los problemas económicos que tenemos son culpa de Kicillof, el ministro de Economía”, dijo Alberto en 2014.

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Negar, tratar de olvidar el daño que causaron, no entierra el cadáver de Nisman dos días antes de declarar en el Congreso sobre el acuerdo con Irán. No borra el prontuario de Aníbal Fernández, no oculta en un baúl a “la morsa”, la efedrina, el triple crimen, los asesinatos del narco en Rosario. ¿Querés más? Julio De Vido, ministro de Néstor y Cristina, responsable de 52 muertos en la tragedia de Once. Scioli, gobernador, trató de esconder los muertos en la inundación de La Plata.

De estar vivo, Néstor Kirchner sería condenado, como Cristina, por administración fraudulenta. Daniel Muñoz, su secretario privado, al que conocía desde que se encargaba de apretar deudores hipotecarios en el estudio jurídico de Santa Cruz, de la nada, junto con su mujer, y parientes, recaudó una fortuna. Se le comprobaron bienes por 70 millones de dólares, sin contar la de otros Baratta, testas que pasaban a recoger peajes pagados por empresarios cómplices.

Tratar de olvidar el daño que causaron, no entierra el cadáver de Nisman

La embolsaban en billetes, euros, dólares, dejaban buenas propinas a periodistas amigos, festejaban con cantantes partidarios. Cada tanto tiraban un plan, un subsidio del que caían monedas de diez, de cincuenta, hasta de un mango que todavía servía para algo. Se creían impunes. Empezaron con las boludeces. Boudou iba por la máquina de hacer guita. Felisa Miceli la tenía en un baño. Ricardo Jaime confesó todo. A Uribarri, el gobernador de Entre Ríos, se le desanudó el paquete de nueve palos dólar que llevaba atado.

¿Querés más? Acordate de Ishi, el intendente que encubría a los repartidores de falopa en ambulancias municipales. De Espinoza, el de La Matanza que vive en Puerto Madero. De Alperovich, el violador protegido, del feudal Insfrán, de los actores famosos ahora callados, de los derechos humanos tuertos, de la oligarquía sindical, los Moyano, Barrionuevo, el servicio Gerardo Martínez, Lingieri, Andrés Rodríguez, el de UPCN. Decí que, por suerte nunca, nadie, ninguno, es de derecha.

Un día como la gente

Lindos años. Todo era joda. Alberto amenazaba a los malos que querían salir a respirar, o despedir a sus muertos, cuidaba a

Slos amigos con vacunas, la payasa Filomena entretenía a los niños, Sigman se quedaba con el negocio, la querida Fabiola te hacía la fiestita, Víctor Hugo Morales te relataba los vuelos a Rusia. No compramos otras marcas. “Prefiero crisis económica antes que 10 mil muertos”. Los números no se ajustan a los deseos. Cierres, desocupados, 140 mil muertos. Querías tres de inflación, se te va a ocho. Querías menos pobres, tenés más que nunca.  

Compañeros dormidos en mitad de la historia que les cuentan, formateados en el dogma, educados en el relato, bancamos que no comprendan otros textos, no lean la realidad, pero al menos tienen que aprender a sumar sin restar un veinte de coima, a multiplicar sin dividir entre ustedes, ni chorearse el resto. Si quieren más, el próximo gobierno debe ser “con todos adentro”, dice el líder Máximo, asomado a un contenedor de basura.

*Periodista.