COLUMNISTAS
Actuaciones

Teoría evolutiva del darinismo

Tuve que firmar un documento de confidencialidad.

Imagen Default de Perfil
Portal Perfil.com | Perfil.com

Tuve que firmar un documento de confidencialidad. Fue en una productora donde iban a dar una película de Ricardo Darín. Me llamó la atención esa cláusula. En todo caso creo que hablaba más de una posible debilidad de la película que íbamos a ver que de su potencia. ¿Por qué? Porque las grandes películas que recuerdo, las que vale la pena ver, son las que soportan sin problemas el spoiler. Recuerdo cuando Martín Caamaño me contó en una cena el argumento al detalle de la película Reencarnación, de Jonathan Glazer (director también de la genial Sexy Beast), protagonizada por Nicole Kidman. A pesar de saber el final, retazos de su trama, quise verla de inmediato. En cambio, si sabemos que el nenito que “ve gente muerta” está viendo un muerto cuando ve a Bruce Willis, buena parte de la película se viene abajo. La gente que se suicida es la que no soporta el spoiler. Como productor, yo hubiera hecho firmar un contrato que obligara a hablar en todos lados y en cualquier formato lo que se les ocurriera a los que vieran la película. Pero bueno, firmé eso y soy de palabra: no voy a hablar de la película en cuestión. Pero sí quisiera hablar de Ricardo Darín, alguien que por su familiaridad en nuestro país bordea el concepto de lo siniestro. Domin Choi –el único filosofo punk– dice en uno de sus textos que la Argentina debe ser el único país cuyo star system está formado por un solo actor: Ricardo Darín. ¿Será así? Hay algo en la carrera de Darín que forma parte de lo inesperado.

Empezó hace ya muchos años, como uno de los galancitos que superpoblaban un teatro de la peatonal San Martín en Mar del Plata. Recuerdo que usaban camperas infladas, pero me cuesta retener el nombre de los otros muchachos hermosos que formaban parte del elenco. Después, su personaje relajado, canchero, barrial, lo hizo triunfar en una serie que se llamó Mi cuñado, que era una remake de una del mismo nombre protagonizada por Ernesto Bianco. Bianco, que murió  joven mientras hacía Cyrano de Bergerac en teatro, tenía una paleta actoral con muchos más colores que la que parece traer Darín. Pero tal vez seamos injustos con Darín. Uno no lo juzga por un solo papel en una película, sino que lo evalúa a través de todas las películas que hizo e incluso de las que no hizo y en las que uno supone que igual actuó Darín. R.D. es para el gusto estético de la clase media esa alarma que se pone en las casas para no ser víctimas de la inseguridad. Uno va seguro al cine porque va a ver una de Darín. Aunque esa película sea Nueve reinas, una copia degradada de una obra maestra de David Mamet llamada Casa de juegos. Pero probablemente sea Bielinsky el director que hasta ahora se tomó en serio a Darín, ya que en su segunda película, para limpiar el contenido del significante Darín y volver a ponerlo a funcionar, decidió tirarlo en el piso de un cajero automático presa de un ataque de amnesia.

Para poder actuar Darín tenía que olvidarse de quién era. La película era muy buena y se llamaba El aura. No es casualidad que sea a la fecha la única vez que Darín “actuó”, es decir, no hizo de lo que se esperaba de él. Tuvo que buscar el aura para escapar a la reproducción técnica de su figura formateada. Pero claro que un actor tan popular como Ricardo Darín no está hecho sólo por sus películas.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Mucha gente lo vio actuar en entrevistas. Se sabe que fue novio de Susana Giménez y que tiene con ella una larga amistad. En uno de sus programas, la producción, sabedora de que Darín tiene la mandíbula de cristal, le pusieron videos emotivos para hacerlo llorar. Y Darín lloró. También le recordó a Alejandro Fantino que él era un privilegiado porque se bañaba “dos veces por día” y remarcó que se bajó de una película de Hollywood porque no quiso hacer el papel que el imperialismo les da a los chicanos. Por todo eso hay que aplaudir a Darín de pie.

Si la clase media argentina es Disneylandia, Ricardo Darín es nuestro Mickey Mouse. Entonces: ¿por qué un “ratón” tiene que ponerse guantes blancos? ¿Qué es lo que no quiere tocar?